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El mar por ver o el barco de los Ajusticieros

Perdón el neologismo. Sucede que en esta Argentina enloquecida de las palabras no encontré ninguna que no estuviera chocada contra la realidad. Los que vivimos de hablar pedimos un impuesto al chamuyo, una producción que en nuestro país es tan rentable y dañina como la soja.
Los partidos políticos son hoy apenas pichoneras que enmarcan los destinos individuales de la clase política más degradada de la historia de la Nación, la misma casta que tiene apenas maquilladas sus heridas del naufragio del 2001, un maquillaje a base de desvergüenza y que cuenta con la luz escasa de las amnesias de muchos argentinos.
Las orillas del presente nos muestran una extraña arquitectura, que semeja un edificio pero que sólo es un apiñadero de maderas, equipajes y velamen inservible que la marea ha amontonado con desgano y a capricho en las impávidas arenas del país sobreviviente: Morales, Carrió, Gil Lavedra, Bulrrich, Rodriguez Saa, Cavallo, nombres que son parte de la pila que parece hacer cimiento en las bases más podridas del mamarracho arquitectónico: Menem, Duhalde, y el fujimorismo de los devenidos como Macri o De Narváez. “Fredo” Macri, el hermano atontado de la familia y un ejemplo cabal de como la estupidez navega en la Argentina las mejores corrientes de su historia de patetismo. Es el barco de los ajusticieros, un barco destinado a no destinar, un remedo naval que no puede navegar.
Pero el paisaje tiene más, junto al bodoque se halla el muellecito que la Argentina supo construir con los cañizares de la esperanza y que es el espacio político que parió un gobierno…o dos. Los veleritos costeros que tiene el muellecito se están acostumbrando a ganar mar abierto y eso preocupa a los habitantes del bodoque. Aerolíneas, recuperación del sistema previsional, asignación universal por hijo, ley de medios, expansión de la inclusión previsional, y lo que se promete si nos liberan los brazos para seguir remando. Es que el país tiene pueblo marinero.
Hay una coincidencia de intereses diversos: las pequeñas y mezquinas vanidades, el ejercicio de la locura y los intereses antinacionales (que son los intereses de los de adentro) que oscurecen el cielo.
Por esa diversidad de razones quieren el ajuste a pasar la segunda canaleta y empezar a navegar las aguas que conocimos a mediados del siglo pasado. Estamos a pocas brazadas de la gran decisión.
El mar me angustia porque soy un generoso de corazón pequeño. A veces me entra tristeza y otras veces desazón, como dice Atahualpa, pero me sobreviene, como a todos, ese aliento de lo colectivo, que estará estos días en las calles hinchando las velas del futuro.
Apenas sé nadar pero me pone valiente saber lo que dije: el país tiene un pueblo marinero.

Tato Contissa, el Martes, 9 de marzo de 2010 a la(s) 21:26 ·

El previsible caso del Dr. Vargas y Mr. Llosa

Una literatura espléndida la del Dr. Vargas, de cabo a rabo, para no ponerse puntilloso cuando lo peor de Vargas es siempre mejor que lo mejor de muchos. Desde las Narraciones de El Jefe…(recuerdo especialmente “Día domingo”) hasta El sueño del Celta, demasiado criticado por razones extrañas a la calidad de su pluma…que sigue siendo buena cincuenta años después.

Lo de Mister Llosa es otra cosa, sobre todo esa modelación de ”Reader’s Digest” del tipo de “Desafìos de la libertad” con el que posicionó promediando los noventa lo que ya había delatado en los ochenta de diversas maneras.

Así como es sorprendente el engarce del relato del Dr. Vargas, es de ramplón y previsible el, digámosle ideario, de Mr. Llosa.

Tampoco debe ser bueno en el fútbol o en la cocina, uno tiende a imaginar.

Es cierto que para reaccionario y buena pluma nos quedamos con Borges, pero el Dr. Vargas es muy bueno, demasiado bueno como para dejarse llevar por la diatriba inconsistente de Mr. Llosa.

La derecha argentina quiere trasladar el prestigio literario del Dr. Vargas al valor político de la palabra de Mr. Llosa, y quizá lo esté logrando un poco por la inocencia y otro poco por la desorganización de los intelectuales del pueblo argentino que, quede claro, no son todos los intelectuales argentinos.

Tal vez, como muchos son parte del gobierno, deberían delegar los posicionamientos a quienes tengan las manos más libres. En ese sentido hay que actuar más como la derecha del mundo, que se abroquela, se une, se  unifica, para convertir sus pobrezas ideológicas en verdades universales.

De cualquier manera en este caso poco enojoso e inflado de la crítica a la invitación recibida para la apertura de la Feria del Libro hay alguna cosita que decir.

El problema que se le abre a los organizares de la feria del libro es que han invitado a la apertura a Vargas Llosa, es decir al Dr. Vargas y a Mr. Llosa. Y está claro que por la naturaleza del acto, no pueden ir los dos.

Tato Contissa, el miércoles, 2 de marzo de 2011 a la(s) 14:19 ·

Lo Tercero

Esto es un fragmento de «Salven a Clark Kent» Exhortaciones ante la muerte del periodismo. Publicado en 2005 por Corregidor.

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-Pero y entonces ¿quién? – se angustió María, con esa angustia abismada y enferma de vértigo que se le sangraba en la pregunta.

Habían sido muchas horas de discusión. Cuando ya las ganas de discutir porque sí se habían cansado, y de los que quedaban y no habían hecho de esa reunión una sesión de terapia, la mayoría entendía que se había dicho alguna cosa, algo recordable, algo de esa materia inusitada e infrecuente que dicen son ladrillos de la memoria venidera; cuando eso empezaba a ocurrir, a María le había entrado la cosa de la sed de definiciones. Quería “al pan pan…” cuando ya el vino había sucumbido.

– Caparrós y Lanata – tiró Arí con la convicción de quien tira al boleo desde la mitad de la cancha.

            – Caparrós y Lanata – repitió cuando vio que el pelotazo teórico se le iba pegado al banderín del corner.

            Marí hinchó el pecho (tenía qué cosa hinchar) y con el pecho hinchado y la hinchada de los ojos puteando la pifiada de Ari se sentó al borde del abismo de su angustia a dar una batalla mas con el vino que le quedaba en el vaso.

            – Vos querés que yo te diga que estás loco – armó para empezar – que vos no podés traer a esta conversación a ese gordo pelotudo pagado de sí mismo… ¿no es cierto?

Ari se replegó sin entregarse. La oportunidad de discutir con María nunca se le había presentado con la forma tan patente y provocadora de esas hinchadas. Mezcló sorpresa y arrobo y sin eco de tartamudeo disparó.

Hay que elegir de lo que hay. Lo malo define lo bueno. O te quedás con Lanata y Caparrós o te quedás con Cherasny, Feinmann y Hadad. O jugás con los unos o jugás con los otros. No hay otra.-

Hay – devolvió María retirando sus hinchadas a los altos de sus tribunas – Vos te equivocas en lo que se equivocan todos. No se trata de esto o aquello, sino de lo que es y de lo que no es. Lanata y Hadad son el bueno y el malo de lo malo, vainilla y chocolate de un helado que te vende el mismo heladero. Es como dice mi tío Guillermo, que cuando era joven él era fana de Tom Jones y mi tía Betty de Engelbert Humperdinck, y se mataban en las discusiones sobre quien era más capo. Un día descubrieron que los dos trabajaban para el mismo sello y tenían el mismo representante. Mi tío y mi tía se casaron y empezaron a escuchar a los Beatles, de bronca nada más.

–         A ver – pidió Ari – ¿Vos qué querés decirme? ¿Porque no podes estar imaginando que, por estar en la misma pantalla dos discursos que son diametralmente opuestos pueden ser la misma cosa?

–         La misma cosa –apostó de nuevo María.- Porque son la misma televisión y el mismo periodismo. Un progresismo como el de Caparrós que huele a positivismo del siglo XIX aderezado con salsas posmodernas además de patético es paradójico, y le sirve tan bien a la televisión y a este periodismo como Feinmann. Te imaginás a Caparrós y a Lanata sin Hadad y sin Feinmann. Para que Tom Jones pudiera hacer soul y música negra el dueño del kiosco tenía a Humperdinck cantando Baladas. Todos los gustos cubiertos por el mismo productor de productos.

Las hinchadas ya ocupaban toda la tribuna, y Ari no podía dejar de alterar sus percepciones, mirando esa boca, oliendo ese cuello y escuchando a las hinchadas. Hizo lo posible por prolongar el entrevero aunque ya sus argumentos habían retirado el equipo. Incapaz de resignar la baza movió negativamente la cabeza y puso su mirada en el piso, con un esfuerzo contra la hipnosis, como considerando inútil lo que mentía tenía para decir. Sirvió. Una María que ya parecía a reparo del abismo de la angustia continuó bañándolo de atención y presencia exclusivas.

–         Creo que Baudrillard decía…creo, pero si no, no importa…alguien dijo que lo opuesto al mal eral el mal y no el bien…algo así como que el bien no tenía oportunidad. El sistema es tan cerrado que te propone el mal y su otro mal alternativo, lo amargo y lo dulce salido de la misma fábrica, el problema y la solución, Boca y Ríver, el dolor y la aspirina, el stress y el spa….Hadad y Lanata. Así nunca te vas a esforzar por encontrar lo otro posible en un lugar distinto al lugar del negocio del sistema.

–         Lo tercero – murmuró Ari desde su estado magnético. Y sin creer poderlo, porque querer sí que lo quería, logró que esa mujer se iluminara y mojara con su luz todo el ambiente.

–         ¡Sí!. Lo tercero. No podía encontrar una palabra mejor.

Y los dos sonrieron y se entregaron al calor de esa insólita burbuja. Los linderos de una verdad cualquiera, el calor de un hallazgo, suele llevar a los seres humanos a las temperaturas de origen.

Lo que el poeta dijo “al calor del amor”.

Tato Contissa, el Lunes, 4 de octubre de 2010 a la(s) 22:15 ·

Marcha, Voz, Relato, Reacción

El peronismo como hecho cultural de la Argentina y como universal de lo argentino a nivel planetario nunca trazó una política oficial.
No hay certeza de que lo haga, (sí ilusiones Jorge, claro que sí) de manera que ¿a qué viene esta indignación generalizada de izquierda a derecha en el establishment intelectual de la Argentina por haberse cantado la marcha en el acto de asunción del secretario de cultura de la Nación?
Ensayo una interpretación:
La marcha peronista es parte del “relato” de un proyecto de país. En una rápida acción de ponderación significa que los “muchachos” (los aindiados que solo servirían para abono en la comprensión sarmientina del exterminio como base previa de la construcción civilizada) unidos se presienten triunfadores, se pondrán a la vera de los tornos, y refutarán con su condición de obreros industriales la inutilidad genética que les había sido decretada por el “relato” de la Organización Nacional.
La marchita significa (en el sentido cabal de la significación) que los muchachos consiguen la palabra, que es grito, grito de corazón que viva el protagonismo histórico alcanzado y que se nomina simplemente en el nombre de quién conduce. Y lo harán como siempre, una determinación del tiempo que se legitima como derecho humano permanente e inalienable. La marcha dice además que el que conduce tuvo un saber, el saber de conquistar a la gran masa del pueblo, una conquista de amor que hace acero en la lealtad, que es un sentimiento recíproco, imprescindible en los grupos humanos que marchan en la historia.
No me detengo en el combate anunciado al Capital, porque la mensura con categorías ajenas al desarrollo del capitalismo dependiente de los países periféricos es demasiado evidente como para aclarar lo demasiado aclarado.
La gran Argentina, el sueño continentalista sanmartiniano, la ejemplaridad a imitar, que le quita singularidad y divinidad al conductor y la hace obligación moral del conjunto, esa amalgama de sentidos con la que la propia historia ha cargado a lo largo de los años de vida del movimiento son las razones por las cuales aún tiene efecto de irrupción. Por eso molesta, incomoda, genera reacciones de incomprensión.
Ni ramplonería, ni cantito partidario, ni insolencia ante la formalidad republicana….relato, puro relato. Pura afirmación.
Un hecho significante de la cultura que, bien pudiera cerrar un acto de asunción en una secretaría de cultura.

Tato Contissa, el sábado, 1 de agosto de 2009 a la(s) 21:38 ·

Mas del periodismo hace seis años

Otro Fragmento de Salven a Clark Kent, publicado en corregidor en marzo de 2005

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Norma Morandini se debate en las confusiones sembradas con la minuciosidad de un trampero por los integrantes de la mesa que compone con otros. Esta vez son Chiche Gelblung, Orlando Barone y Miguel Wiñasky y, como siempre la moderación, de Nancy Pazos.

Es un juicio al periodismo como el otro, como todos. Es decir una simulación. Claro que por algunos de los componentes de la mesa uno imaginaba un simulacro, es decir una simulación dispuesta para la oportunidad en que se haga un juicio serio.

Pero no. Mientras Barone se extravía en requerimientos éticos que no remiten a ningún tribunal y a ninguna sanción y Wiñasky se extravía simplemente, solo Gelblung cumple con lo que esperamos de él.

Morandini quisiera que las cosas fueran de otra manera. Intenta vanamente intercalar otra gama de ideas en dónde solo reinan apuestas sobre la base de un juego de naipes archí conocido. Cualquiera de sus intervenciones es degollada en el enunciado por uno o por otro, pero el más predecible, el que según el patrón de mi prejuicio debería confrontar con Morandini, que es Gelblung, rara vez la interrumpe, son los otros (tu también Bruto) quienes se arrojan una y otra vez a la factura de ese sacrificio.

Wiñasky ha decidido desbaratar su imagen académica aún cuando solo sea para esa oportunidad. Desliza una y otra vez la idea del periodismo real, del periodismo en acción frente a una cosa que nadie se anima a llamar, la utopía del periodismo. Se para en un pragmatismo y un profesionalismo acorde con la línea mediática del pensamiento único. Se lo advierte feliz de jugar “en primera”.

Cuando Morandini realiza otro conato de insubordinación al discurso único de esa mesa sacando a jugar aquel prejuicio que pesó durante años sobre la formación periodística universitaria, casi juzgado como un pecado antes que como una virtud, Wiñasky desempolvó sus fueros docentes en ese nivel, descolocando más a la discusión que a su ocasional interlocutora. Y allí entra Gelblung, en esa fisura de un bloque que parecía lógicamente unido.

La televisión ingresa a la agenda temas que no ingresan por la puerta de los grandes diarios. Eso dice Gelblung, quien traza ejemplos en el aire sin temor al absurdo, puesto que no espera reflexión alguna de sus dichos en la audiencia y, parece que tampoco, en esa mesa. Y Wiñasky ratifica. Claro dice, yo no tenía idea de la existencia de ese chico…¿Walter Olmos se llama?…y coquetea una ignorancia elegante dada la naturaleza del dato, para rematar: …y me enteré por la televisión.

Chiche retoma la insólita posta y continúa con sus ejemplos de alta improbabilidad y que no obstante nadie cuestiona: es imposible que Joaquín Morales del Solá, o Ernestina de Noble o Magnetto se hagan cargo de la historia de esa mujer a la que le mataron al chico en la villa.

La audacia parece que terminará con la coherencia que el discurso errático de la reunión coronaba una vez más esa noche. Pero no pasará absolutamente nada.

Morandini alcanzó a pronunciar cuatro palabras más en las que pudo haber estado el punto axial de un debate que discurría intrascendente. Pero rauda, una vez más, la conductora olió el vértigo y juntó todos los naipes de la mesa para dar de nuevo.

– A mi me interesa que hablemos de la relación del periodismo con la política y los políticos – reubicó Pazos- si les parece en el próximo bloque.

No es de esperar que algo ocurra en estos programas, y menos que tal ocurrencia propicie un fenómeno de opinión pública. Pero son sintomáticos de la operación mediática, o para mejor decir una necesidad adicional a la acción de los medios de lanzar sus sondas al seno de la sociedad mediática.

Sí los actores de la construcción mediática permiten que otros realicen el juicio a su accionar, toda la construcción corre peligro de derrumbes.

Pero no soy amigo de resolver todos los complejos por la vía de la teoría conspirativa. Creo que el periodismo en general se mira pero no se ve. Acostumbrado a ser ojo no hace caso a ningún espejo y se le ha atrofiado el sentido de la autocrítica que, en la profesión, es el imprescindible modo de la autorregulación, y fuera de ella, condición excluyente para que un sistema no pierda el equilibrio funcional.

En ese sentido, me parece más apropiado  (aún a riesgo de reducir el análisis vía psicologuismo) fundar esta ceguera en el miedo.

En efecto, creo que el miedo a caerse de la corporación, el miedo al castigo que el sistema mediático ( el gran fantasma del periodista) le puede infringir a quien lo desafíe, el miedo a desaparecer, el miedo a perder la competencia, el miedo a no ser tenido en cuenta, el miedo al olvido de las audiencias, el miedo a la intrascendencia, el miedo al fracaso (es decir a la pérdida del “éxito”) son los motivos básicos por los cuales, el periodismo en general no puede verse ni puede ver tampoco esta situación de desesperante agonía en que se encuentra la profesión.

Pero si hablamos del periodismo en particular hallaremos muchos otros motivos que, no debemos generalizar ni siquiera ponerlo en números mayoritarios, explican el porque hay periodistas que prefieren no ver. Desde la simple ambición personal hasta la asociación con el poder en cualquiera de sus manifestaciones, podemos enumerar una docena de esos motivos. Pero hay periodistas que, por el contrario, imaginan que cualquier crítica, cualquier puesta en juicio de la actividad es, mas temprano que tarde, un instrumento del poder para cercenar la libertad de información.

Horacio Verbitzky, por ejemplo, asegura que parte del poder político sueña con una sociedad sin periodistas. Algo que es tan cierto como que es probable que esto concluya en una sociedad en la que haya periodistas sin periodismo, que es como decir que haya una sociedad sin periodistas tal como han sido concebidos originalmente y que, como aseguramos aquí, lo que llamen periodista sea el resultado final de una desgraciada mutación.

Creo que Verbitsky sabe de este otro peligro de desaparición del periodismo, como tantos otros periodistas. Y si nadie debería contradecir la primera sospecha, tampoco debería silenciar la segunda. Sería bueno que si Verbitsky sabe que el periodismo peligra también por sí mismo, nos lo haga saber.

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Tato Contissa, el Lunes, 4 de octubre de 2010 a la(s) 23:05 ·

Mezquinos

Hay pocas cosas que son capaces de desmejorarlo todo:la mezquindad es una de esas cosas. La mezquindad.

La mezquindad es una paleta rara, un no color que ensucia y amarrona todos lo colores, aberra todos los prismas, opaca brillos y vuelve romos todos los perfiles. La mezquindad es como la flor del neneo, un capullo celeste lila que aparece en noviembre coronando un matorral espinoso en la estepa patagónica y del que hay que alejar a los animales, puesto que le da un gusto a la carne que la hace incomible. Así, como la flor del neneo, es la mezquindad.

Cualquier valor humano, cualquier virtud consagrada por toda nuestra historia se desmejora cuando es tocada por el pringue de la mezquindad.

La capacidad de amar, por ejemplo, se vuelve ruin y egoísta cuando el amante se vuelve mezquino. Cuando el amante està envenenado de mezquindad torna posesivo y destructor, inclusive de aquello que le ha generado el amor. Y el amado? El amado mezquino es egoísta y traicionero, desleal, aprovechado, ventajero y manipulador. Así es esa porquería de la mezquindad.

Con todo sentimiento humano, con todo rasgo de trascendencia, con cada gesto superador de nuestra mortal naturaleza: Si hablamos de la valentía, acaso, la valentía del mezquino es atropello y autoritarismo, abuso, desconsideración, arrebato.

La valentía digo, fijate que digo la valentía: esa cosa que nos hace falta tanto a los hombres para enfrentar las dificultades de la vida, los peligros y las amenazas. La mezquindad  convierte la valentía en el mismísimo temperamento de los dictadores.

La temperancia y la paciencia es en el mezquino frialdad, desamor, indiferencia, absoluta desconsideración.

La humildad se transforma en servilismo dentro del corazón del mezquino, el orgullo en soberbia, la hidalguía en petulancia y fanfarronería.

Y así todo, todo, todo. La mezquindad modifica y empeora los mejores rasgos del temperamento humano, transforma en insanía la embriaguez de la alegría, hace de la ingenuidad necedad y estulticia, y de la piedad lástima y desprecio.

La mezquindad hace del deseo obsesión, y de la mano que acaricia una garra que aprisiona, que tortura, que violenta y abusa.

Hay pocas cosas que son capaces de desmejorarlo todo: la mezquindad es una de esas cosas. La mezquindad.

Por eso le digo señora presidenta, por esta vía o por interpósita persona no mezquina que se lo haga llegar: discúlpeme, no se equivoque, a algunos, aunque los quiera inteligentes en vez de buenos, sólo los tendrá mezquinos…..mezquinos de toda mezquindad.

Tato Contissa, el Viernes, 19 de noviembre de 2010 a la(s) 19:45 ·

No es león el del circo

La palabra nos permite organizar el mundo, para comprenderlo, para estar en él, para actuar. Decir “lejos” o “cerca”; “áspero”; “arduo”; “gorila”; “default”; “corrupción” o “inseguridad”, son maneras de intervenir o contemplar ese mundo y de apropiarnos dinámicamente de su ocurrir. Puta! (en el uso exclamativo)…nada menos que vivir humanos.

Por eso la acción siempre se acompaña de la palabra, y la acción política de la política de la comunicación. En esto no se trata del hacer justo o injusto, sino de apropiado, inapropiado, acertado o erróneo.
La política económica del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner nos ha dado este miércoles otra buena noticia para todos los argentinos. Y la política de la comunicación del mismo gobierno no supo hacer que nos enteremos.
Mientras el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, oficia de columnista cruzado en las puertas de la Jerusalén de Magdalena Ruiz Guiñazú, el Ministro del Interior, Florencio Randazzo intenta redenciones entre la audiencia sesgada de González Oro en el canal de Hadad. Mucha liturgia para un sistema mediático que apunta a doblegarte la fe.

Hace años que me admiro de la valentía y la solvencia de AF para dar batalla en la hostilidad de ese sistema. Verlo ser derrotado sin que él lo advierta no disminuye mi admiración por su desempeño. Alguien le dijo las reglas de juego equivocadas, y él canta victorias morales en dónde, la mayoría de esas audiencias, le han bajado el dedo convirtiendo sus razones en insolencias y las paupérrimas argumentaciones de los conductores en audaces genialidades. Y lo peor: hablando siempre de la agenda periodística que imponen los medios concentrados. No sería mal hacer si no se tratase del único. Digo: bien está no temer los desafíos en los rodeos ajenos, sobre todo cuando sabe que la razón le asiste y cuando la flaccidez de las argumentaciones contra este gobierno es tan evidente. Pero en la política no solo hay que convencer a lo no convencido sino, y fundamentalmente, conducir a lo ya convencido. Bien haría el gobierno en pensar más en los quince puntos que perdió entre el 2007 y el 2009 y un poco menos en los cincuenta que no obtuvo, y difícilmente obtendrá, dadas las condiciones objetivas que tantos años de dictadura mediática han producido en la Argentina.
Y digo más: es imprescindible que los argentinos pongamos en debate la agenda de la oportunidad histórica que ha construido este gobierno. Éste. Éste gobierno. Mas integración regional y menos Sadous y sus denuncias de cotillón, más inclusión social y expansión del mercado interno, política salarial, derecho laboral enriquecido y menos criminalización de la pobreza e inseguridad amedrentante; más verdad, justicia y memoria, y cero impunidad amnésica y mendaz disfrazada de pacificación.
Es bueno que AF y el resto de los más dispuestos a la exposición mediática sepan que de estos temas no serán consultados en la grilla concentrada ni referidos por el periodismo hegemónico. Allí sólo estarán para el escarnio propio y la consagración del sistema dejando sedientos a los que buscan la mejor palabra que los relacione con el mundo en otros lugares del “dial”.
Quiero decir: es tiempo de leones, pero estos dejan de serlo en las condiciones de luces y látigos y públicos atragantados de pochoclo que imponen los circos.

Tato Contissa, el jueves, 24 de junio de 2010 a la(s) 15:42 ·

No hace falta ser detective

Son varios los resultados que arroja por estos días lo que se llama sin ton y se repite sin son: “investigación periodística”. Lo primero es la confusión de ésta con el Periodismo de Investigación. Lo segundo una proliferación de libros que, por el mote, intentan disimular a malos escritores y peores periodistas. Lo tercero pertenece al mundo autocentrado de la televisión y se relaciona con las cámaras ocultas, esas prótesis mayormente escandalosas que solo ocultan al Periodismo de Investigación.
Algunas de las rectificaciones que intentaré aquí se replican una y otra vez en las aulas de las escuelas y de las universidades en dónde se enseña periodismo, por lo visto con escaso éxito, tal vez por que el periodismo hegemónico y su propia escuela (reinante en el interior de los medios) se nos aparece como impenetrable a toda forma de conocimiento.

Juan Jorge Faundes, periodista y escritor chileno, nos ayuda con una introducción definitoria de la investigación en el periodismo y del periodismo de investigación.

“Entiendo el Periodismo de Investigación como la búsqueda y difusión de información acerca de sucesos con valor periodístico (es decir: con grados considerables de improbabilidad de ocurrencia del hecho, y de probabilidades altas de impacto histórico y psicológico del mismo), eventos e información que otros (individuos, grupos, empresas, instituciones, organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, clases sociales o el sistema mismo en su conjunto) mantienen ocultos y quieren impedir que sean conocidos y difundidos en un ámbito social mayor que aquel circuito de los que están enterados.

Es decir, la materia del Periodismo de Investigación, su objeto, es la información oculta, reservada, secreta, y sus fuentes, aquellas que están cerradas. Estas últimas características (información oculta y fuentes cerradas) diferencian al Periodismo de Investigación de cualquier otro tipo de formas periodísticas, aunque sean de denuncia, pero que trabajen con información socialmente disponible a través de fuentes abiertas”.

Hace algunos años, Jorge Lanata, siempre reactivo a todo aquello que no lo tenga incluido y considerado, desbarró con la confusión, asediado quizá por los fantasmas de la envidia que le generaba el primer Telenoche investiga: “ No sé porque tanta referencia al periodismo de investigación si todo periodismo tiene la obligación de investigar”. Como si Faundes hubiese previsto el cacareo agrega: “Esto no implica que el trabajo con información socialmente disponible a través de fuentes abiertas no sea investigativo: todo reportero, toda construcción de información por medio de la interrelación de datos, variables y actores es una práctica de investigación.”

Quedamos entonces así: Palmario es que toda tarea periodística requiere de investigación. Tanto como decir que, si bien todo periodismo es investigación periodística, no toda investigación periodística es periodismo de investigación.

En esto también tienen que ver los tiempos, pero esencialmente la modalidad de trabajo.

Cuando el primer Telenoche Investiga, sobre mediados de la década del noventa, las investigaciones se hacían públicas una vez terminadas y sin periodicidad establecida. A nadie se le ocurriría entonces (como no debería habérseles ocurrido después) que un programa de investigación podría tener una publicación semanal. Imposible sin atentar contra la calidad y, en consecuencia, con el propio género de la investigación periodística.

Dada la característica de la tarea era absolutamente impredecible el momento en que podía estar concluida. El grupo de trabajo, reducido, económico y casi anónimo, desarrollaba simultáneamente varias líneas de investigación. En ese derrotero, sólo en los tramos finales sabían “de qué iba la cosa” puesto que la reunión de datos y sus relaciones, las certificaciones y los chequeos iban configurando un entramado que, en un momento, impreciso y único momento, terminaba encajando y dándole a los periodistas el perfil final del tema investigado.

Igual que la publicidad que ha corrido la importancia desde el producto publicitado a la calidad del anuncio que lo publicita, la televisión primero y todo el sistema mediático después, ha puesto las prioridades del formato medial (televisivo, radial, gráfico) sobre las prioridades que hacen a la calidad de la información que difunden.

Insólitamente, contradiciendo la frase popular, este carro viene desde hace más de una década, arrastrando al caballo.

Pero hay algo que ocultan las cámaras ocultas. Paradójicamente ocultan al Periodismo de Investigación.

Hubo desde el principio una tendencia a reducir el Periodismo de Investigación al ámbito de los asuntos deliberadamente ocultos, a aquellos temas barridos bajos las alfombras del poder ( político y/o económico) o retirados a sus escondrijos más inaccesibles.

Tres factores externos al periodismo contribuyeron a ese reduccionismo: La propia inmundicia de la degradación política, la amoralidad del capitalismo tardío y el clima social atado a la teoría conspirativa.

Todos estos factores componen el aire de las redacciones no precisamente con la proporción de los gases raros. El primero, porque implica una usina interminable de hechos que brillan con la misma intensidad de los escandalotes del mundo de la farándula, principal competidor en el preciado interés de las audiencias. El segundo, debido a una de las dos trágicas confusiones del periodismo hegemónico contemporáneo y que está llevando a la profesión por el camino de la desaparición: la confusión de Opinión Pública con “audiencia”.

¿Debo decirlo? Los periodistas trabajamos para la Opinión Pública.

La Opinión Pública es un lugar sin lugar en donde los periodistas colocamos el resultado de nuestro trabajo honesta y profesionalmente realizado, para que quien quiera haga con él otro trabajo que ya excede( y debe exceder) las pretensiones del periodismo. Ese arcón del que se sirve el ciudadano para formar sus conductas y contribuir al fortalecimiento de la democracia nada tiene que ver con las “audiencias”.

El periodismo hegemónico trabaja para las audiencias, se ata a ellas, a su capricho y a su número, signando inexorablemente la desaparición del ámbito natural para el desarrollo del periodismo que es la libertad. Una relación de dependencia y de adicción mutua que, simultáneamente, estupidiza al ciudadano y muta la función y el carácter del periodismo hasta convertirlo en lo que no puede ser.
Es por ello que las prácticas pergolinescas, extremadamente distantes de cualquier periodismo posible, se integran hoy a la idea social del periodismo sin ninguna reacción por parte del sistema.
El periodismo crítico tiene, frente a una sociedad en crisis con un periodismo en crisis, la obligación y la necesidad de hacer la exhortación a la recuperación de la mística y la utopía del periodismo.

Frente a esta puja, la aparición del Periodismo de Investigación ha sido una oleada vivificante para las ilusiones de esa recuperación.

En primer lugar el periodismo de investigación trabaja sobre temas nuevos, asuntos de los que nadie se ocupa, por ocultos o por despreciados, por interesadamente ignorados. También de la inmundicia del poder convencional, pero no sólo de ella, tanto que bien podría si quisiese, ocuparse de la inmundicia del poder mediático, cosa que no hace sino ocasionalmente.

En segundo lugar es un género histórico. Aún cuando el periodismo hegemónico pretende presentarlo como novedad. Hay un centenar de años de antecedentes que emparientan al periodismo de investigación con la matriz original del periodismo. Este rasgo le otorga capacidades suficientes en la tarea de la recuperación de la mística y la utopía del periodismo, que ponemos aquí como reclamo y como condición imprescindible para la salvación de la profesión.

En tercer lugar, el periodismo de Investigación puede, si quiere, prescindir del sistema mediático, y por lo tanto de los dictados del periodismo hegemónico. Esto no quiere decir que deba prescindir de ese sistema, sino que puede hacerlo si le fuese necesario. Los libros, tanto como la infinidad de publicaciones específicas en todos los formatos mediáticos dan prueba de ello. La aparición de la red y las herramientas forjadas por esa comunidad afianzan hoy, aún más, esa capacidad de prescindencia y esa independencia productiva.

El periodismo hegemónico se mueve como toda cultura hegemónica del sistema. Tardó muy poco en darse cuenta de la peligrosidad que un periodismo que se realiza independientemente de la agenda y que puede realizarse independientemente del sistema mediático acarreaba para ese sistema y en consecuencia, para sí mismo.

De manera que hizo lo que toda cultura hegemónica del sistema hace en estos casos: convertir al enemigo en algo propio. El sistema reproduce sus antagonismos, se los traga, los convierte en parte de sí mismo.

Así que, deliberadamente, redujo su Periodismo de Investigación a una versión Reality dirigida a explorar las cloacas de la política y a satisfacer y hacer regodear a las audiencias con la comprobación de algo que durante años no fue noticia: La muerte de la política. Y para combatir en todos los terrenos riega ahora los anaqueles de libros “periodísticos” que no son el resultado de investigación alguna sino mera reunión de chismes, y que vienen sólo a reemplazar en el espacio de esos estantes al auténtico periodismo de investigación.

La concentración mediática y la degeneración profesional son las dos manos que atenazan y asfixian la garganta del periodismo imprescindible.


(Algunos de estos conceptos integran “Salven a Clark Kent” Exhortaciones ante la muerte del periodismo. Del autor. Corregidor. Buenos Aires. 2005.)

Tato Contissa, el Viernes, 19 de marzo de 2010 a la(s) 15:07 ·

No hubo ningún pasaje de cortesía

Elian Rodrigo Giovannoni 23 de octubre a las 14:41
Se agradece su difusión

En vista de las notas publicadas en los matutinos La Nación y Crítica de la Argentina en el día de la fecha, en lo referente al vuelo AR 1204/5 con destino a Montevideo del día 14/10/09, Aerolíneas Argentinas y Austral Líneas Aéreas informa:

El vuelo a Montevideo (AR1204/5) fue programado el domingo 11 de octubre, tres días antes del partido de la Selección Nacional de Fútbol. El vuelo fue programado por decisión de la Gerencia Comercial de la compañía, teniendo bajo consideración que el vuelo AR1202/3 que salía a las 7 de la mañana estaba sobrevendido y no ofrecía lugares. El día 12 de octubre, el vuelo programado mencionado con anterioridad ya contaba con 66 reservas.

Cabe agregar que, aunque esta decisión ha sido presentada por las notas periodísticas de referencia como anormal o sospechosa, es de uso corriente en el negocio aerocomercial. Programar vuelos adicionales para situaciones que implican aumentos extraordinarios de la demanda de pasajes es practicamente un imperativo de sentido común y una buena noticia en términos comerciales. Tal es así que, a modo de ejemplo, la empresa PLUNA programó 2 vuelos especiales para la mañana del 14 de octubre, el mismo día del partido, probablemente por haber detectado el aumento mencionado en la demanda. También agregaron servicios adicionales las empresas Buquebús y SOL. En este sentido, la operación a Montevideo el día 14 del corriente arrojó un saldo económico positivo, en función de la amplia demanda de pasajes para ese día, que superó ampliamente a la demanda usual del destino que tiene, en días corrientes, 60% de ocupación por cada vuelo diario. El vuelo de menor ocupación tuvo un saldo positivo de U$D 6.035.

En razón de que Aerolíneas Argentinas es Sponsor Oficial de la Selección Nacional, el Gerente General de la empresa, Dr. Mariano Recalde, asistió al partido por invitación de la AFA y viajó en el último vuelo programado para el evento. Cabe destacar que pagó de su bolsillo, tal como lo hicieran todas las personas mencionadas en los artículos de referencia.

Las notas consignan varios datos falsos, a saber:

1. Es falso que la aeronave programada fue un charter. El vuelo se programó regularmente, con el número 1204/5, en función del aumento de la demanda, tres días antes de su salida.

2. Es falso que el vuelo fue programado para uso exclusivo del Gerente General y 41 «militantes K»: El vuelo estaba programado 3 días antes y el Gerente General de la empresa pagó el pasaje que usó. El 80% de los pasajeros compraron sus pasajes por venta telefónica, siendo varios de ellos parientes de jugadores del seleccionado. El diario Crítica consigna que «41 pasajeros tuvieron el privilegio de viajar», afirmación absolutamente falsa ya que el vuelo fue ofrecido por los canales de venta regulares de la compañía: cualquier ciudadano podría haber accedido al vuelo.

3. Es falso que el vuelo dio pérdidas porque se despachó con 41 pasajeros: los costos del vuelo se cubren con 23 pasajeros, y 41 pasajeros compraron sus pasajes. La operación a Montevideo el día 14 fue una de las más exitosas a ese destino. Los resultados económicos de la operación fueron positívos.

4. Es falso que viajaron Pablo Moyano y Omar Viviani. Al menos no lo hicieron en vuelos de Aerolíneas Argentinas.

Cabe resaltar que los periodistas autores de los artículos en cuestión consultaron a la empresa, sobre la veracidad de la información que hoy se ofrece desde esos periódicos matutinos. Los voceros de la empresa pusieron a su disposición toda la información que aquí se consigna, de la que se hizo caso omiso en su totalidad. Inclusive se ofreció, para demostrar la falsedad de las imputaciones, las boletas por los pasajes pagados, en algunos casos en efectivo y en otros con tarjeta de crédito. De haberse considerado seriamente todos los datos aquí ofrecidos, la cuestión hubiese quedado zanjada. Es cuanto menos sospechoso que se publiquen estas falsas informaciones justo en el día en que el Secretario de Transporte de la Nación y el Gerente General de la empresa presentan el Plan de Negocios ante la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones. Hacemos notar que el diario Crítica de la Argentina está dirigido por Antonio Mata, quien fuera Gerente General de Aerolíneas Argentinas durante la administración Marsans. Mata es duramente cuestionado por el estado calamitoso en que dejó nuestra aerolínea de bandera.

Tato Contissa, el Viernes, 23 de octubre de 2009 a la(s) 17:11 ·

No sé ir

No sé ir

No sé salir de mis desolaciones

Son otras las oscuridades que me atemorizan

Y tanta la extrañeza

Como si un llanto previsto me ingresara por los ojos

y perpetuase la pena

y avivara los labios

de las viejas heridas

Delante de mí

hay ese dolor hastiado de tenerme

como un tendón vencido

y un fatigado anhelo que no será cumplido

 

El amor en brotes se me seca entre las manos

Y me hace garra la caricia

Me toca la distancia con su extensión de piedra

Y yago a dormir en una patria sin sueños

 

No sé ir

y de no saber ni sé la espera

La última calle me ha mordido los pasos

Y me dan temores de caminos

 

Tato Contissa, el Martes, 30 de noviembre de 2010 a la(s) 19:39 ·