Con ojos de presagio el viejo desmiente la vejez.
Los iris claros desorbitan y atraviesan
mirando el pasado como quien está anunciando lo que viene.
Perro de muchas lunas
escribe enamorando para no quedarse solo.
Le saca fotos a las sombras
y te las revela en colores palpitantes y sonoros,
porque está convencido de que la vida sería inútil
sin el calor de las hembras,
sin los amigos tolerantes,
sin el enemigo de la amenaza eterna.
Puño de letra, el pueblo,
le traza la palabra,
lo suficientemente ancha
como para que la cursen todos los que emigran de las injusticias,
lo suficientemente limpia como para que pueda ser cantada.
El viejo es un tramposo de la nada
Un tahúr iluso de naipe transparente
Un semental de furia mansa en el potrero de la lucha
preñando la tropilla de los de los sueños tibios
y de las guerras calientes.
Nosotros, con unos cuantos escalones menos,
lo miramos atentos
con una rara mezcla de estupor y otros amores machos,
y le seguimos el paso de la mano en el hombro,
porque no hay otra cosa que podamos sentirle
ya que el viejo muchacho,
el de los ojos grises de mirar el tiempo todo el tiempo
acaparó todo el asombro.
Tato Contissa