Mezquinos

Hay pocas cosas que son capaces de desmejorarlo todo:la mezquindad es una de esas cosas. La mezquindad.

La mezquindad es una paleta rara, un no color que ensucia y amarrona todos lo colores, aberra todos los prismas, opaca brillos y vuelve romos todos los perfiles. La mezquindad es como la flor del neneo, un capullo celeste lila que aparece en noviembre coronando un matorral espinoso en la estepa patagónica y del que hay que alejar a los animales, puesto que le da un gusto a la carne que la hace incomible. Así, como la flor del neneo, es la mezquindad.

Cualquier valor humano, cualquier virtud consagrada por toda nuestra historia se desmejora cuando es tocada por el pringue de la mezquindad.

La capacidad de amar, por ejemplo, se vuelve ruin y egoísta cuando el amante se vuelve mezquino. Cuando el amante està envenenado de mezquindad torna posesivo y destructor, inclusive de aquello que le ha generado el amor. Y el amado? El amado mezquino es egoísta y traicionero, desleal, aprovechado, ventajero y manipulador. Así es esa porquería de la mezquindad.

Con todo sentimiento humano, con todo rasgo de trascendencia, con cada gesto superador de nuestra mortal naturaleza: Si hablamos de la valentía, acaso, la valentía del mezquino es atropello y autoritarismo, abuso, desconsideración, arrebato.

La valentía digo, fijate que digo la valentía: esa cosa que nos hace falta tanto a los hombres para enfrentar las dificultades de la vida, los peligros y las amenazas. La mezquindad  convierte la valentía en el mismísimo temperamento de los dictadores.

La temperancia y la paciencia es en el mezquino frialdad, desamor, indiferencia, absoluta desconsideración.

La humildad se transforma en servilismo dentro del corazón del mezquino, el orgullo en soberbia, la hidalguía en petulancia y fanfarronería.

Y así todo, todo, todo. La mezquindad modifica y empeora los mejores rasgos del temperamento humano, transforma en insanía la embriaguez de la alegría, hace de la ingenuidad necedad y estulticia, y de la piedad lástima y desprecio.

La mezquindad hace del deseo obsesión, y de la mano que acaricia una garra que aprisiona, que tortura, que violenta y abusa.

Hay pocas cosas que son capaces de desmejorarlo todo: la mezquindad es una de esas cosas. La mezquindad.

Por eso le digo señora presidenta, por esta vía o por interpósita persona no mezquina que se lo haga llegar: discúlpeme, no se equivoque, a algunos, aunque los quiera inteligentes en vez de buenos, sólo los tendrá mezquinos…..mezquinos de toda mezquindad.

Tato Contissa, el Viernes, 19 de noviembre de 2010 a la(s) 19:45 ·