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A continuación se recopilan las diferentes publicaciones que se realizaron con motivo del fallecimiento de Tato Contissa el 27 de Enero de 2012.

Inolvidable, Tato Contissa

Por Diego Olave (Compañero de radio, amigo) el 27 de enero de 2012.

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Están los buenos tipos, los jodidos, los leales, los traidores, los generosos y los mezquinos. Existen los que dejan una huella y los intrascendentes. Pero pocos son llamados a ser inolvidables…y Tato lo es.

Esta en cada paso que damos, en la copa de vino que junta a los amigos para parlotear de las macanas más profundas.

Alguna vez me dijo: “la vida es esto, dieguito: juntarse con los amigos, calentarse por un partido de futbol, amar profundamente, no soportar las injusticias. Así de simple”.

Durante los últimos cinco años hacíamos todas las mañanas nuestro programa de radio y día a día me abrió todas las puertas de su corazón con una enorme generosidad: primero la del compañero de trabajo, después la del amigo, la del consejero y  finalmente la de su familia, fue mi padre en la gran ciudad.

No me daba el piné para discutir con semejante intelectual; eso era propiedad se sus grandes amigos como el “Negro González o el “Beto” Asurey.

Me alcanzaba con escuchar y aprender. Y también reírnos mucho de sus ocurrencias.

Me acuerdo que una vez estábamos en un boliche por almorzar y a Tato le sirvieron una copa de vino tinto caliente porque la botella “dormía” al lado de la cafetera. Contissa llamó al mozo y le dijo: “flaco: o me traes hielo o le hechas los fideos, pero esto así no se puede tomar”. Así de calentón y de ocurrente era Tato. Claro que al mismo mozo no le escatimó moneda a la hora de la propina.

Seguramente pasaré a engrosar la lista de soldados que no dejarán que queden inconclusos sus proyectos; ni que su obra desaparezca. Eso seria imperdonable.

Cada paso, cada gesto, cada palabra de Tato era una enseñanza y jamás bajó las banderas, ni  aún en sus últimos días. Porque a Tato la vida se lo llevó, pero que quede claro que no lo venció y esa idea de no claudicar -a quienes lo amamos profundamente- no nos abandonará nunca y lo hace a Contissa simplemente inolvidable.

Cada línea de este texto me demuele el alma; después de la muerte de mi vieja no sentí tanto dolor como en estas horas.

Gracias por darme tanto amor a mí y a mi familia.

Como duele extrañarte, Tato, como duele.

Buen tipo, Tato

Por Martín Granovsky (periodista) el 28 de enero de 2012.

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Era lindo pelearse con Tato Contissa. 

El tipo te provocaba, te hacía entrar, disfrutaba del entrevero y después siempre abría todo: la cabeza, la comprensión, la sensibilidad, el afecto.

Digo esto porque a veces es difícil pelearse bien incluso entre amigos y compañeros.

Con Tato las diferencias se convertían en mayor riqueza, en una diversidad que nos apasionaba y que siempre dejaban a salvo dos cosas: el cariño personal y el acuerdo profundo en las cosas de verdad importantes.

Dos cosas que a medida que uno se hace veterano valora cada vez más.

Me gustaba mucho, por ejemplo, cuando Tato, peronista de alma, citaba a su viejo, peronista de la Resistencia, cuando le decía que no había regocijo en matar y que lo importante era el trabajo entre los de abajo.

Lo citaba al viejo en la radio, en Días como Flechas, el programa que condujo en la AM750 desde septiembre de 2010.

Lo escuchábamos y hacíamos ping pong con él al aire Pancho Muñoz y Marisú Papaleo, y también Germán Marcos, que lo vio muy mal a Tato estos días y dijo que se iba de vacaciones sintiendo que se había despedido de él.

Amante de la literatura, fanático de Leopoldo Marechal, enfermo grave del flamenco, hincha de Independiente, porque la gente también tiene defectos aunque se muera, Tato decía que él no era periodista sino un tipo de radio.

Claro que era un tipo de radio, y de los buenos, un conductor nato que puede ponerle su impronta a un programa, pero yo siempre le decía que sí era un periodista. Para mí ser periodista no es ni bueno ni malo.

El punto es si uno es bueno o malo.

Tato tenía una gran ventaja: la honestidad intelectual. Exponía su posición pero nunca trucaba los datos o los ocultaba, y de ésos no hay muchos.

En radio yo, como novato del medio, aprendí mucho de él. De ésos, de los que se puede aprender porque no mezquinan su experiencia y la cuentan, tampoco hay muchos.

Lo conocí cuando era presidente de Télam y él conductor de Condenados al éxito, uno de sus programas.

Junto con Gabriel Mariotto participamos de muchas charlas y mesas redondas mucho antes de que saliera el anteproyecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Tato tenía una idea muy concreta de qué necesario era contar con pluralidad de medios y también una idea muy concreta de que había que construirlos o desarrollarlos. Y siempre le preocupaba transmitir esto a los menos veteranos.

Porque ésa era otra de sus cosas buenas: no sólo la generosidad de contar sino la obligación que sentía de hacerlo para que las experiencias no se perdieran, porque tenía claro que uno no vive solo en el mundo.

Buen tipo, Tato Contissa.

La muerte es una macana: Tato Contissa se tomó el piro

Por Carlos Daniel Aletto (escritor, docente universitario) el 27 de enero de 2012.

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Las nuevas tecnologías han logrado que nuestras ideas tengan una sobrevida. Uno entra en la página de Facebook de un compañero que se ha muerto hace unas horas y encuentra sus últimos comentarios, sus familiares y amigos le dejan un mensaje: el “muro” se convierte en un cenotafio donde los “amigos” se detienen unos segundos a rendirle homenaje.

Tato Contissa murió, me avisa Martín García, un amigo en común, quien me lo presentó. Corro a prender la máquina y veo en uno de sus perfiles (tenía dos) a Perón (sonriente) y comentarios de compañeros y amigos que se despiden, con la esperanza de que el FBI no censure en el Más Allá sus comentarios; y en el otro perfil (esto no es joda, es una de sus tantas macanas) la foto en blanco y negro de Evita (con el jopo y la mano en el mentón) y el nombre modificado: Tato Sintiza: “nació el 10 de octubre de 1945″. Miro el perfil de nuevo y no sé si reír o llorar o de pasar de la risa al llanto. La mierda es verdad que están cerca.

La publicación más reciente en este muro es mía: la edición digital de su último cuento publicado en Télam: “El pájaro peronista”: la historia de un zorzal que cantaba “la marchita”. Estábamos acostumbrados a que nos regalara macanas, de las macanas más puras. Casi todos los fin de semanas una “macana” suya aparecía en Télam. En esas macanas, Lomas de Zamora, “barrio” donde creció, aparece como escenario de sus pintorescos personajes. También las calles de Boedo, donde vivió (que difícil se hace hablar en pasado) sus últimos años.

Tato Contissa nació el 28 de agosto en Ingeniero Jacobacci (Río Negro) y poseía el arte de macanear libremente, de macanear sin engañar, sin dañar a nadie.

Porque esa es la esencia de la macana de Contissa: “es un desafío a la mediocridad del universo, y le corre con ventaja a la fantasía, porque lejos de querer distraer, toca pito, hace barullo al divino botón y además, es económica, no demanda palacios ni alfombra persas, se las arregla con un cajero automático, una esclusa de vereda, la raída carpa de un circo viajero o una pelota de goma.”

Así era la esencia de sus macanas: también algo incierto, porque a su poética Tato la consideraba “la madre de todas las macanas”.

Le gustaban las historias de barrios y las bromas.

Las escribía y te las contaba.

Sus cuentos son cortos pero sus conversaciones eran largas y entretenidas, como la de Sherezade o las del hombrecito del azulejo (quien también quería entretener a la muerte).

Por suerte sus macanas nos quedan, también un par de novelas inéditas, libros de ensayos, pero por desgracia sus conversaciones se fueron con él.

A lo último se agitaba al hablar, pero no dejaba de bromear, de reírse, de contarte alguna anécdota que te sacaba del embrollo donde tenías puesta la piojera.

Hace una semana, junto a la última macana que nos mandó, decía: “no dooy más”.

El tipo hablaba en serio.

Tato te habrás quedado sin tiza, pero mirá que has escrito y nos has hecho reír y emocionar como para no olvidarte —al principio con angustia, luego con una sonrisa— en la puta vida.

Adiós a Tato Contissa

Por Jorge Zuviría (Docente Universitario) el 27 de enero de 2012.

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El  periodista que acaba de irse supo ser de los más agudos investigadores de las últimas décadas; en otras  páginas se revisa su legado en la docencia, la radio y  la televisión documental.

Quiero recordarlo como amigo en las difíciles, como militante obsesionado con la causa popular y como hijo leal de la universidad pública que amó.

Construyó desde su barrio hasta la academia sus amistades de siempre, y conjugó con maestría el deseo y la fuerza de la lucha con la solidaridad personal tejida en silencio.

Un ejemplo el tipo, hay que agradecerle. Chau Tato

Amador

Por Santiago Aragón (Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires; Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ) el 28 de enero de 2012.

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Amador. Así te tendrías que haber llamado. Y ningún gitano se hubiese ofendido. Quisiste todo y a todos. De a uno en uno a todos. El barro de la pasión te comprometió con todo lo que amaste y todo lo que amaste te agradecerá eternamente tu compromiso y tu talento. Lo que no te traía quilombo no te interesaba. A contramano  y plantado le quijoteabas a la realidad; y ganabas vos, siempre. De tan fácil que fue quererte se va a hacer difícil no saberte más. No encontrar tu risa gigante, que empezaba o terminaba cualquier discusión.

No encontrar tu inteligencia embanderando las causas justas, evangelizando con tu fe macha los gruesos silencios de ideas que asaltan a veces a los cagones y a los canallas. “Castigue Tato”  parecía decirte una voz que nunca supimos oír y vos empezabas a argumentar, a meter tus filigranas en todas partes y nosotros sabíamos que estábamos a salvo, porque tu voz nos defendía de tanta mierda. Pierna fuerte, cabeza levantada, así te conocí, así viviste, así acertaste y te equivocaste, así quisiste. Supiste demasiado y no supiste que hacer con todo eso. Se te cayó de los bolsillos,  de los cuadernos, todo ese amor que pusiste en cada cruce con la vida. Si te tuviera acá te preguntaría de donde carajo se sacan las palabras cuando el mundo se te anuda y los ojos se te nublan. Cuando inexorablemente se te empieza a extrañar y tu voz es un cacho de viento, severo y cabrón.

Con el único que no podías era con vos, al resto lo amasabas debajo de la suela. Pero vos no, viejo, vos te la hacías difícil. Siempre una pelea más, siempre el pero. De tanto querer no ser, fuiste el mejor. Un maestro es ese que tiene la respuesta a una pregunta que a uno ni se le ocurrió todavía.

Vos nos dabas las respuestas y nos corregías las preguntas.

A todas las palabras del mundo les van a sangrar las rodillas de rasparse contra tu ausencia. Se van a confundir, te van a llorar, se van a quedar mudas, para hacer juego con esta noche en que tu risa sólo contagia desde el recuerdo y tu voz nos florece en los adioses.

Son dos caminos, uno el de pensar en la pena con la que nos castiga tu raje, el otro es saber que tu vida nos deja la evidencia de que tipos como vos son posibles, están, existen.

Tu recuerdo pesa como tu ausencia pero engorda más rápido.

La muerte no entra en corazón tocado por amor, así lo soñó Macedonio y al lado de tu estampa la huesuda se vuelve chiquita, desdibujada, imperfecta.

Los sueños son los que van pariendo grandezas, el resto son pequeñeces. Fuiste grande, Tato, seguí soñando con nosotros que le vamos a sacar lustre a las penas hasta volverlas una sola alegría, redentora.

Y ahí sí, todo tu amor, todo tu amar, va a librar desde donde nos cuides, para todos los compañeros.

El amor, Tato, el amor

Por Martín García (periodista, comunicador) el 27 de Enero de 2012. 

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Dice el Negro Dolina: “Hay viejos amigos que uno, todavía no conoce”.

Así me pasó con Tato Contissa. Lo conocí ya de grande. Pero son esos amores a primera vista.

Con esa pinta de “pesado” de Humphrey Bogart, de “Papillon” de Lino Ventura”, de James Cagney, de Tognazzi… de Harvey Keitel… Cada actor famoso establece una guía para que podamos encuadrar un héroe cotidiano.

Voz aguardentosa, cepillada, con acertos y súplicas. Con desdén, con sutileza.

Tato era (“era” dije) Tato era un tipo de ley. Un hombre sensible. Un inaguantador de injusticias. Un critico de las giladas. De las artimañas de la mediocridad. De los seguidores de todo tipo de fantasías dependientes. El dinero, el lujo, la fama, la pinta, la pilcha, la aparición pública, la importancia, el parecer, el estar, el aparecer, el éxito.

Un amigo con el que poder hablar de la vida.

Un compañero con el que se podia hablar de politica, reflexionando, sin temores, sin tapujos, sin prejuicios, con libertad y rigor filosófico, ideológico, doctrinario. Con sensatez.

Era de esa mezcla de tipos como Osvaldo Ardizzone, Alberto El Gato Carbone, Claudio Díaz.

Un gran conductor de televisión. Asi se lo vio en “A.Latina” por Encuentro, por TeleSUR.

Un extraordinario conductor de radio. Su mañana de Cooperativa, primero y La Voz de las Madres, después fue muy exitosa. Tensaba la cuerda con la realidad, mordia conceptos con la audiencia, enfrentaba las operaciones de prensa de las corporaciones con fuerza, con astucia, mordaz, cachador, incisivo, brillante. “Condenados al éxito” peleó la mañana de la radio con protagonismo y marcando diferencias.

Su diferencia era la inteligencia. Los peronistas sabemos que ellos no esperan nuestra inteligencia, si la tuvieramos. El la tenia.

Estuvimos en muchas fiestas y jornadas de homenaje y conmemoración. Compartimos las mesas, la musica, las calles, los bailes, los compañeros, las nostalgias, las tristezas, la melancolia y la alegria.

Tenia grandes definiciones. Entendia lo sutil con ferocidad. Lo veía claro, lo decía claro. Con cancha, con “carpeta” como dicen los uruguayos. Con tristeza, si cabía.

Con pasión.

Su poesía era popular, sutil, sensible. Inteligente como él. Dificil decir boludeces cuando uno sufre la realidad y todo importa, y todo duele, y todo me hace humano.

Su trabajo en la revista Zoom de la web, fue extraordinario. Las huestes de Carlos Benitez, el comunero, el editor, el cooperativo, le abrieron una ventanita desde la que alumbró a todos los que buscábamos sin saber que, ni donde. Fueron un bálsamo en medio de tanta sanata regalada por los intelectuales del sistema, al diario la Nación, a cambio del prestigio de los cipayos.

Palabras que dicen cosas como esta: – Durante el proceso los asesinos se justificaban con la propaganda interrogativa de: ¿Sabe usted qué está haciendo ahora su hijo? Fue la madre del “Algo habrán hecho?.  La pregunta siempre debió haber sido otra, pregunta que no hacen los asesinos ni los carroñeros: Sabemos lo que están sintiendo? ¿cómo están?¿qué necesitan de nosotros?

Los amigos de Mariotto siempre han tenido esa intensidad, ese valor, esa riqueza, esa personalidad.

En primer lugar, de ser patriotas.

En segundo lugar, muy cerquita, ser compañeros, leales y retobados.

Es a quienes la injusticia les duele, les indigna, los enfurece.

Esta misma mañana, cuando lo despidieron en el Cementerio donde están Gardel, Troilo y Perón, le cantaron la marchita “Los Muchachos Peronistas” que era lo que el viejo Angel Contissa, como buen “angel” les cantaba a los tres hermanos Contissa, al dormirse como si fuera un “arrorró” …

El amor tiene caminos que ensanchan, dignifican, respetan, iluminan, conmueven, abrazan, reparan, sanan.

El amor, Tato, nos une, nos unirá siempre.

Saludos a Claudio Diaz, al Chango Farías Gomez, a Francisco Solano López, al Negrito González, a Néstor, al General, a Eva de la bandada, a Ernesto, a los compañeros… inolvidables… del comando celestial.

La última voluntad

Por Leonardo Cofré (Periodista, trabajo y compartió con Tato en radio el Mundo El fin del mundo: y se cruzaba a diario en las mañana de radio Cooperativa. Amigo) el 28 de enero 2012.

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No sé desde donde escribo esto.

Circunstancial y emocionalmente, la Patagonia, (lugar así llamado donde termino mis vacaciones) siempre fue tentador para agregarle aquel, desde un lugar de.

Y fue el lugar justo en el que ¨la noticia¨, la que uno nunca quisiera oír y sospecha aparece tan callando; irrumpe de golpe como un rayo al revés.

Una oyente, Elsa de La Plata me mandó un mensaje vía celular, consternada por lo ocurrido, me informaba que Tato había fallecido.

Lo remarco por que este hecho es justo una definición en si misma de estos tiempos, y no nos hundamos solo en el pantanoso terreno comunicacional en el que demasiados TAURAS hacen pie sin despeinarse.

Hablo de estos tiempos que lo supo tener a Tato sentado a la vera del camino tanto tiempo haciéndole dedo a la Política.

Tiempos que hermanan, que mancomunan, que hace que una mujer en La Plata trascienda el dolor y hasta la noticia y produzca un hecho, si señor. O sea, que dé cuenta de la realidad.

Ahí pensé: que hijo de puta este Tato, solo el puede hacer que su muerte establezca ese derrotero de la noticia; comunicar distinto, mejor, me decía, de una manera tan rasa, tan lineal, que joder, tan peronista.

Estoy seguro que esa es la última voluntad que nos comunico Tato Contissa.

Tato Contissa: o de la dignidad sin medias vueltas

Por Mario Casalla (Filósofo, docente universitario. Presidente de la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales) el 28 de enero de 2012.

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Escribo estas líneas sabiendo que ya no podré cumplir con el recordatorio de mi agenda del lunes (“Hablar a Tato”) para coordinar esa visita a Pilar, donde descansaba en casa de su hermano.

Lo habíamos convenido la semana anterior, en una de las frecuentes y largas conversaciones telefónicas de los últimos meses.

Período éste donde nuestra amistad profesional y política de estos últimos años, se había hecho mucho más intensa, íntima y personal: es decir mucho más descarnadamente humana.

Y fue entonces que pude apreciar en plenitud, una arista de la personalidad de Tato  que yo ya sospechaba pero que –en la urgencia de los programas de radio, o de las reuniones y actos políticos que compartimos- quedaba siempre como en un segundo plano: me refiero a su enorme sentido de la dignidad y a su inclaudicable compromiso con la solidaridad y la justicia.

Por cierto que ambas cosas estaban también en el ejercicio profesional y en la militancia política; pero claro en este tramo final –en la intimidad, en el cara a cara, en la patencia de la muerte a plazo fijo que nunca se ocultó- ambas brillaron mucho más.

¡Y qué dignidad señores para enfrentar a la Vieja Señora; que enorme capacidad para mirarla a la cara y decirle No; para avisarle que le iba a pelear hasta el final, que le iba a dar el Buen Combate! ¡Y vaya si se lo dio!

Es que Tato allí más que nunca apostó a la Vida, pero no como aquellos imbéciles que creen que esa batalla se puede ganar para siempre, sino como aquellos hombres lúcidos que saben que morir dignamente es la coronación máxima a que puede aspirar una Vida Buena (la cual –como también se sabe- no es lo mismo que una “buena vida”).

Por eso Tato, al final se fue con la “corona” puesta. Ganó él, por puntos…como siempre me decía que se podía ganar.

En cada visita y charla que tuvimos en estos últimos meses, terminaba él dándome una lección de optimismo a mí!

A punto tal que cada vez que regresaba a mi vida, sentía que Tato me la había mejorado un poco.

Después está esa otra lección de solidaridad y valentía que me dio en ese final.

 

Estaba yo cerrando un año 2011 muy golpeado y en medio de un linchamiento mediático tan injusto como incomprensible (por provenir de un sector de nuestro propio espacio).

Por supuesto traté de participarle lo menos posible, de que no se haga malasangre, pero claro el tipo era periodista y estaba informado como el que más.

Y allí no más escribió lo que creo fue su último texto público (diciembre 2011).

Envió una “Carta abierta al Secretario de DDHH de la Nación”, a un blog que otro grupo de compañeros y colegas sostienen testimonialmente.

Allí está y Tato a su manera la subtituló, “Ni pejertillos ni inquisidores”.

En ella –dándole al Secretario el trato respetuoso y cariñoso de Estimado Profesor- no sólo no oculta su enfermedad, sino que extrae de ella esa relación especial con la Verdad, que sólo la muerte presentida deposita en el hombre que tenga las agallas de enfrentarla.

Así, antes de argumentar en mi favor le dice: “Una aclaración que quiero que usted evalúe en mi argumentación: Soy un paciente de cáncer con buena perspectiva.

Se lo menciono para que usted entienda que no me moviliza ninguna intencionalidad mediata.”

Ante tanta dignidad y valentía, les juro que a solas derramé mi primera lágrima. Otra lección de Vida!

Bueno termino confesando algo.

En nuestra última charla me dijo –de sopetón- que él era creyente y me preguntó si yo también.

Nunca habíamos hablado de eso pero, medio confuso, le dije que sí y la cosa quedó para el encuentro siguiente.

Mañana iré junto a sus compañeros y familiares a la misa que se celebrará en la capilla del cementerio de la Chacarita, antes de su cremación.

Acaso entonces Tato me haga un guiño o me diga de qué se trata.

Lo escucharé con toda atención, claro.

Se las tomó Tato Contissa

Por Teodoro Boot (escritor) el 28 de enero de 2012.

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Seguramente los amigos, discípulos, admiradores, admiradoras y compañeros dirán que Tato era un tipo muy talentoso, que lo era.

Muy inteligente, lo que también era. Muy tesonero y trabajador, y pucha si lo era.

Combativo, voluntarioso y peleador, firme como una roca, duro como un boxeador, dúctil como una bailarina clásica, suave como un crítico de arte.

Que tenía una formación y una erudición de la gran flauta, camuflada debajo de una onda arrabalera, un poco por modestia y pudor y mucho de puro arrabalero.

Excelente periodista y gran escritor, con una increíble dulzura y capacidad de observación. Y una gran y amable piedad para los tipitos que andamos por ahí, boyando al ritmo de las olas, sin saber si vamos o venimos.

Todo eso era, y nadie que lo haya conocido o tratado aunque sea de refilón, lo pondrá en duda.

Pero si se me permite, voy a decir otra cosa. Voy a decir que era un tipo tan bueno, jovial y vital que parece inconcebible que ya no esté, que se haya muerto o hasta que haya sido mortal. Y lo digo en ese orden: bueno, jovial y vital, que a mi gusto son las principales virtudes de los tipos, y en ese mismo orden.

Tato era, primordial y principalmente, un hombre bueno, que es lo mejor que se puede decir de los hombres, de cualquier hombre.

Será por eso que cuesta creer que ya no esté, y nada de la sanata de que ya es eterno en sus obras, enseñanzas, escritos, en el recuerdo de sus alumnos y compañeros, en el alma de su pueblo, etcétera, etcétera. Macanas puras, diría el propio Tato.

Ya no está, y eso es lo que importa. Ya no está y no podremos cagarnos de risa hasta las mil quinientas de la tarde o de la noche, tomando un vino, o dos o…una soda, como para matar de la impresión a algún desprevenido, en el Turf, la Tacita, en lo de Roque, con Mario en el Cunqueiro o debiéndonos el asado que nos debíamos y nos debemos definitivamente en la casa del Cabezón Benítez. O quedaron debiéndome y la gran…

En suma, que era un hombre bueno, y si ya veníamos extrañándolo, no quiero saber lo que será de ahora en más.

Su ausencia fue muy anunciada, pero su desaparición de veras fue dolorosa, dolida y lamentada en lo más profundo de nuestros corazones, dejándonos sumidos en una profunda y de alguna manera incomprensible tristeza. Si ya sabíamos…

Por algo habrá sido.

Así que, pónganse de pie y salúdenlo, con aplausos, pitos y matracas: se acaba de ir un tipazo.

Tato Contissa: Amigo, socio, compañero y vecino

Por Osvaldo Nemirovsci (Coordinador General del Consejo de Televisión Digital Terrestre Argentino).

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Desde temprano un post de Vivan Elem en Facebook notificaba sobre este dato que ojalá se hubiere demorado algunos años más y en verdad encuentro, raramente, sentido en poner algunas palabras escritas en la despedida de Tato Contissa.

Me alejo un poco de la mirada política, ya se ocuparán otros de decir algo.

Quiero sí compartir escenas, datos que hasta hoy eran patrimonio un poco exclusivos del espacio que compartimos, tantos años, Contissa y yo.

Siento que al dolor de su muerte se suma la ida de una época en que, si bien no éramos tan jóvenes, pensábamos como si la vida fuera eterna.

Compartimos cotidianas paradas en la barra de Quorum en las tardecitas barilochenses meta charla y sueños, todos los días café y los viernes tomábamos un pisco sour maravillosamente preparados por Popeye, nuestro barman peronista.

Tuve la suerte de aprender bastante de radio trabajando con él en su FM. Tuvo la confianza, infundada y desperdiciada desde ya de pasar al aire un reportaje que en una noche de copas e inauguraciones yo le hice al hoy olvidado cantante Machito Ponce.

Fuimos socios en una consultora para medios que se llamaba “Rouvier, Contissa, Nemirovsci y asociados” y un dia Tato me confesó que nunca le había avisado a Ricardo Rouvier que usábamos su prestigioso nombre pero que era “impactante”  como quedaba el papel membretado y por lo tanto seguimos así.

Hoy todavía sonrío cuando veo una vieja tarjeta que testimonia esa ingenua ilicitud.

Compartimos el gobierno municipal de Bariloche en 1999, él como Secretario de Prensa y yo de Gobierno.

Nos peleamos, una vez y a trompadas y todo pero no recuerdo el motivo.

Éramos parecidos en muchas cosas  y con necesidad de mostrar que teníamos “luces”, probablemente un dia, eso provocó que pasaramos de los gritos a los empujones.

Al viernes siguiente volvimos a tomar pisco juntos y nunca mas hablamos del tema.

Íbamos juntos a un gimnasio, que sacamos por canje, y todos los días al salir nos medíamos los músculos y decíamos cosas como “pobre al que le metamos una mano, estamos regrossos”.

Lei con deleite sus libros y “El juego del ahorcado” me parece una obra de consulta para los que estamos en comunicación. A mi me enseñó cosas que aún hoy aprovecho.

Una experiencia gráfica que compartió con Miguel Vitallitti, la revista El Tábano, fue un hecho editorial notorio e importante en el Bariloche de los ’80 y para colmo competíamos pues al mismo tiempo yo dirigía la revista ABC y buscábamos, comercialmente, parecidos perfiles.

Compartimos tardes y tardes en mi oficina de la calle Mitre donde él venia en búsqueda de emociones que solo tenia en su cabeza, pero al ser yo tan fantasioso como él, nos encerrábamos en mi privado durante horas y desde allá y por teléfono dirigía su radio.

Estuvimos juntos en alguna lista interna del PJ, pero también apoyó en ocasiones sectores con los cuales yo me enfrentaba.

Nos reíamos mucho y debo confesar que sacábamos el cuero con ferocidad.

El era mucho mas inteligente para usar las palabras y su crítica y descuartizamiento de algún dirigente, tenían la elegancia de quien sabe disponer, académicamente, la lengua.

Quería mucho a Mónica aunque la vida lo llevó por varios lados, siempre hablaba elogiosamente de ella y un día me contó preocupado que a su hijo menor lo asustaban los payasos y por ende debía investigar la causa de ese temor.

Fue funcionario del primer kirchnerismo y se fue con dignidad y valentía enfrentado con quien luego fuera y es un hombre anatemizado por este proyecto. Tenia razón pero el momento no lo acompañaba. Prefirió irse.

Sabia de historia del fútbol y sufría con Independiente. A pesar de la dificultad de no tener uno de sus ojos y por ende carecer de completa visión y equilibrio, jugaba bastante bien a este deporte y era encarador y rapidito.

Sé y prefiero callar, de muchas frustraciones que le hicieron daño. Algunas buscadas e inventadas por él. Otras no. Pero en ambos casos, las padeció y sufrió por igual.

Hablaba con orgullo de su padre, ferroviario de Ing. Jacobacci, localidad a 200 kms de Bariloche y tenía una relación de confianza y cordialidad con sus hermanos Pelusa y Corchito.

Ya en Buenos Aires los dos, por motivos de trabajo yo y por decisión él. Nos vimos menos aunque no faltaron buenas comidas, encuentros en actos y presentación de su libro y notas que, con mucha cordialidad, me hacía desde su labor de periodista.

Tuvimos la oportunidad de continuar nuestra relacion en un hecho generacional, que a mi me resultó emotivo y lo contaba orgulloso por las dos partes que componian la nueva vinculación, dos de nuestros hijos (Adriana y yo), Juan Cruz y Martiniano tuvieron a Tato de profesor en la Universidad de Lomas de Zamora, a ambos le hizo sentir, aun con el rigor del docente objetivo, la calidez de haberlos conocido desde pequeños, y en el caso de Martiniano no solo siguió la misma profesión sino que lo recordaba con gran simpatía y respeto.

Mi esposa, Adriana Robles, lo vio por última vez no hace mucho, yo hacia un tiempo que no lo veía y, a pesar que estaba mal,  quedaron en que nos juntábamos a comer.

Llamé un par de veces pero ya estaba jugado. En nuestro ambiente de la política y la comunicación se hablaba de cómo venía la enfermedad de Tato. Y hoy llegó el momento de pasar al recuerdo y al homenaje todo lo que teníamos para compartir.

Fue un lúcido intérprete de parte de los últimos 30 años de la Argentina. Investigó la semiología y la comunicación política como pocos lo hicieron.

Fue un buen periodista, siempre sabiendo qué decir y jamás de los jamases lo recuerdo quedar pagando en alguna entrevista.

Fue buen padre y buen marido y ex marido.

Los compañeros lo querian por buen tipo, que más se puede pedir… chau socio, chau Tato, me duele tu muerte.