Por Diego Olave (Compañero de radio, amigo) el 27 de enero de 2012.
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Están los buenos tipos, los jodidos, los leales, los traidores, los generosos y los mezquinos. Existen los que dejan una huella y los intrascendentes. Pero pocos son llamados a ser inolvidables…y Tato lo es.
Esta en cada paso que damos, en la copa de vino que junta a los amigos para parlotear de las macanas más profundas.
Alguna vez me dijo: “la vida es esto, dieguito: juntarse con los amigos, calentarse por un partido de futbol, amar profundamente, no soportar las injusticias. Así de simple”.
Durante los últimos cinco años hacíamos todas las mañanas nuestro programa de radio y día a día me abrió todas las puertas de su corazón con una enorme generosidad: primero la del compañero de trabajo, después la del amigo, la del consejero y finalmente la de su familia, fue mi padre en la gran ciudad.
No me daba el piné para discutir con semejante intelectual; eso era propiedad se sus grandes amigos como el “Negro González o el “Beto” Asurey.
Me alcanzaba con escuchar y aprender. Y también reírnos mucho de sus ocurrencias.
Me acuerdo que una vez estábamos en un boliche por almorzar y a Tato le sirvieron una copa de vino tinto caliente porque la botella “dormía” al lado de la cafetera. Contissa llamó al mozo y le dijo: “flaco: o me traes hielo o le hechas los fideos, pero esto así no se puede tomar”. Así de calentón y de ocurrente era Tato. Claro que al mismo mozo no le escatimó moneda a la hora de la propina.
Seguramente pasaré a engrosar la lista de soldados que no dejarán que queden inconclusos sus proyectos; ni que su obra desaparezca. Eso seria imperdonable.
Cada paso, cada gesto, cada palabra de Tato era una enseñanza y jamás bajó las banderas, ni aún en sus últimos días. Porque a Tato la vida se lo llevó, pero que quede claro que no lo venció y esa idea de no claudicar -a quienes lo amamos profundamente- no nos abandonará nunca y lo hace a Contissa simplemente inolvidable.
Cada línea de este texto me demuele el alma; después de la muerte de mi vieja no sentí tanto dolor como en estas horas.
Gracias por darme tanto amor a mí y a mi familia.
Como duele extrañarte, Tato, como duele.