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Reflectores, endandilados y enceguecidos

Parecen vanos doce años de insistir con que el periodismo hace, con mejor o peor arte, con sublimes o bastardas intenciones, con mayor o menor dependencia de intereses, un relato de la realidad. Parece fútil digo, luego de ver replicado hasta el infinito en estos días de remezones entre medios y gobierno la frase “el periodismo refleja la realidad, peor o mejor, pero la refleja”.

El pergeño vuelve con su misión de escudo de la boca de Marcelo Bonelli, pero bien pudo haber sido otra boca, otra letra, otro canal.

 

La verdad es que la tarea de reflectores no nos ha sido dada, ni la de devolver luces ni la de arrojar la propia sobre los objetos del mundo. Más bien somos recolectores de impresiones ajenas o de pertenencia difusa, sensibles de una sensibilidad diferente para con ciertas manifestaciones de esa realidad. Con esos petates profesionales y alguna que otra dote natural construimos un relato. Nada más, nada menos.

La sociedad mediática, que es en la que vivimos, le ha dado a esas facturas una dimensión inesperable*, cuestión que sintoniza y ajusta con la baladronada de Bonelli, o debiera decir quizá humilde petulancia, para no dejar fuera de la idea que la omnipotencia meneada por el “reflector” implica una modestia tan falsa como amenazante.

El mundo está pletórico de infamias, tanto como de infames, pero las más de las veces los periodistas reflectores obedecen al encandilamiento que esa desmesura de la reputación social de la profesión les provoca. Encandilados, para decirlo en metáfora, aunque las luces de los sets dejan la chance de lo literal.

 

Así vamos, derechito y de cabeza, a la fase tres, que es la del enceguecimiento. Porque nada hay peor para un reflector que el que le señalen cómo y cuánto distorsionan sus luces.

 

 

 

La Máquina de olvidar

La disputa en Paraguay no fue entre una república sospechada de fraudulenta y una oportunidad al país sojuzgado, ni tampoco la menos comprometida visión entre lo que fue y lo que puede ser, no. Para los medios fue la elección entre una mujer y un obispo.

El sistema mediático posmoderno construye todos los días una memoria y un olvido, es decir un verdadero olvido, uno que no deja vacío para la pregunta de nadie, uno que tiene respuestas machacadas para que nadie sienta deseo de preguntar.

Esta entrada fue publicada el Domingo, 20 de Abril de 2008 a las 15:34

Ingenieros civiles en el bar de Moe

Julio César aseguraba que el hombre tiende a creer en lo que desea. El deseo colectivo suele pulir las realidades desbastando en sus perfiles incómodos y perfeccionando los relatos que le permitan transitar la historia con la menor confusión posible sobre la naturaleza de sus propios intereses. Los ídolos, las víctimas propiciatorias, los malditos y los benditos se construyen con esa metodología.
Lo que en general se considera permitido ( e inevitable) no puede aceptarse en particular, se trate de la acción intelectual de que se trate. Al periodismo, por caso, no le cabe darse esas licencias.
Con esto digo que forzar tanto dato a que encaje en la línea general de un argumento previamente establecido no es una técnica permitida, y si no limita en lo deshonesto raya al menos en lo caprichoso.
 

La nota bajo firma de Diego Rojas publicada en la última edición de la revista XXIII es una muestra incursa en el procedimiento que menciono en el epígrafe.

 

La tesis a sostener por Rojas es la que sigue: En el peronismo hubo desapariciones; el tercer gobierno (con Perón en vida) procrea ese demonio; incomoda esa certeza porque el peronismo teme que se equiparen esos casos con los producidos a partir de marzo de 1976.

 

Para darle una buena base a la vertical de sus hipótesis el periodista enumera casos en los que matiza asesinatos e intentos de secuestro con una decena de efectivas desapariciones ocurridas en 1955, 1973 y 1974.

Los hechos son vestidos con la camiseta de la metodología para que aparezcan jugando en el mismo equipo de especulaciones.

 

No es necesario (aunque bien podría hacerse) recuperar las relaciones de cada uno de los hechos mencionados por Rojas con otros hechos y otros contextos y que han sido podados a los efectos de no distraernos de la comprobación perseguida. No lo es porque, antes que nada, conviene recordar que los conceptos históricos no pueden divorciarse de su cuño, que suele tener fechas muy precisas. Con esto quiero decir que la desaparición de personas, como política y no como simple metodología represiva, nace entre marzo de 1976 y diciembre del mismo año, lapso en el que se desarrolla la impronta del estado terrorista y se organiza el aparato para el cumplimiento de tal propósito. Incorporar casos anteriores extirpados de sus entornos históricos desnaturaliza tanto las interpretaciones de esos sucesos como la interpretación de la propia dictadura.

 

En julio y en septiembre de 1977, Jorge Rafael Videla, en mensajes públicos y oficiales hace mención a la entidad de los desaparecidos y ofrece difusas interpretaciones sobre su destino.

“¿Qué es un desaparecido? En cuanto éste como tal, es una incógnita el desaparecido. Si reapareciera tendría un tratamiento X, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido.”
 

“Debemos aceptar como una realidad que en la Argentina hay personas desaparecidas. El problema no está en asegurar o negar esa realidad, sino en saber las razones por las cuales estas personas han desaparecido. Hay varias razones esenciales: han desaparecido por pasar a la clandestinidad y sumarse a la subversión; han desaparecido porque la subversión las eliminó por considerarlas traidoras a su causa; han desaparecido porque en un enfrentamiento, donde ha habido incendios y explosiones, el cadáver fue mutilado hasta resultar irreconocible. Y acepto que puede haber desaparecidos por excesos cometidos durante la represión. Esta es nuestra responsabilidad; las otras alternativas no las gobernamos nosotros. Y es de esta última de la que nos hacemos responsables: el gobierno ha puesto su mayor empeño para evitar que esos casos puedan repetirse.
 

Luego, ya caído blanqueará la decisión de estado en su aberrante y verdadera condición:

 

“No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiere bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. No había otra manera. Había que desaparecerlos. Es lo que enseñaban los manuales de la represión en Argelia, en Vietnam. Estuvimos todos de acuerdo. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero ¿qué es lo que podíamos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo.”
 

Está muy claro el cuño de la desaparición como política, de las razones de la metodología como razones del estado terrorista. Repito, una política, es decir una cuestión de naturaleza muy distinta a la variada calidad de casos mencionados por Rojas.

 

Veo la confusión y me animo a sospechar su causa intelectual porque no me permito juzgar intencionalidad alguna. Pero tengo edad como para evitar descalificaciones y trabajar sobre argumentos y no sobre sospechas.

 

De manera que prefiero hacer dos apuntes en los que Rojas comete aciertos de interpretación sobre informaciones erradas.

 

El gobierno argentino no tomó medidas “a la Chávez” contra el controversial episodio de los Simpson no por diferenciarse en el estilo, sino porque no tenía de dónde tomar modelo, ya que el gobierno de Chávez jamás prohibió la tira sino que la cambió de horario, por cierto que asignándole uno más central.

 

En el mismo sentido no se sostiene sorpresa posible en lo que desencadenó la emisión del episodio, ya que el episodio jamás fue emitido, siendo en cambio que fue adelantado vía Internet por una publicación colega, y luego subido a un sitio de videos en la red. Fue operada tanto en el conocimiento público (porque se advertía cuáles reacciones iban a producir) como en la difusión sobre sus derivaciones. Con una centésima parte del esfuerzo que Rojas ha hecho para vincular hechos que no se relacionan hubiera advertido esto que no es un detalle. Por qué? Porque hace más de dos años que cierta prensa y ciertos hombres de la justicia están intentando tender un puente mágico que una al tercer gobierno peronista con la dictadura cívico militar. Un puente que de tan mágico convierta de un solo golpe de varita al golpista y al derrocado en la misma cosa. Y que de yapa le genere un cálculo al riñón político del actual gobierno peronista.

En septiembre de 1977, Isabel Martínez, daba información en prisión sobre la desaparición de personas acrecentadas en el último semestre a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que se encontraba de visita en el país. El mismo día, ADEPA, organización que reúne a los grandes medios de prensa de la Argentina, les negaba la entrevista a los visitantes. Hoy esa prensa hace de ingeniero civil en la construcción del puente, y contrata a Homero Simpson, sin que éste lo sepa, como operario estrella.

 

Tato Contissa

 

Los Veteranos de la ningunaguerra

En 1985 escribí esto, fragmento de un intento de poema de mayor extensión:

Tan sólo me encontré perdido en un tablero de absurdas diagonales

en donde los más descomprometidos ,livianos y banales

se disfrazaban de mí mismo y festejaban

un triunfo por el que no habían luchado.

Y yo era el derrotado.

Sabía que alguna vez podría exponerlo libre de todo resentimiento y en función de una explicación útil en dónde encontraría multitudes de “identificados”. Hoy hartan menos (porque estamos más viejos) las falsas chapas de luchadores. Pero igual joden, sobre todo cuando se usan para habilitar posiciones reaccionarias y antipopulares yéndola de veteranos de guerras tan falsas como supuestas.

Vuelvo al pasado, pero un poco más cercano, 1994. Este es un fraghmento de “Salven a Clark Kent…Exhortaciones ante lamuerte del periodismo” que publiqué en 2005. El personaje soldado es fácil de reconcer, ya no lucha contra el menemismo pero tiene la casa llena de medallas. Digo yo.

 

 

Menem iba por la reelección.

 

Quería que la novia se entregara por derecho tanto como por deseo. Así fue que abrió la calle de su derrotero histórico pavimentándola con una nueva constitución, obra civil que además de lo obvio tradujo las necesidades de los grupos que tanto lo soliviantaban como lo empujaban hacia el futuro.

 

El gesto llevó a las puertas del delirio cualquier vindicación posible de la Constitución del 49, la última base jurídica legítima incontrastable que había sido derogada y reemplazada con amputaciones por un mamarracho.

 

Durante 28 años esa macilenta Carta Magna, la de 1956, sirvió tanto para toda variedad de atropellos al derecho político como para la perpetración de la mayor enajenación económica de la historia, sólo superada por la que vendría después de su reforma. Apenas algunos de los derechos del trabajador se habían salvado de la demolición constitucional comprimidos en ese 14 bis tan obsequiado por los juristas.

 

Había en 1994 entonces, un propicio momento para mirar hacia atrás como quien busca el porvenir.


Pero no. Había en los medios otras necesidades.

 

Ernesto fue destacado en la convención constituyente por el diario. Era joven. En realidad hoy uno lo ve y siente que siempre fue joven, que lo seguirá siendo indefinidamente. Versión desangelada de Hughes Grant  la televisión le otorga patente de transgresor acomodados a las formas requeridas por las nuevas expectaciones y por el nuevo público. Un público que aplaude de corazón la música de la insolencia sin entender casi nada de la letra.

 

Esa tarde de invierno santafesino, en un bar a doscientos metros del paraninfo de la Universidad del Litoral, las cavilaciones de Ernesto navegaban otras honduras distintas de las que podría provocar la historia que se estaba cerrando bajo los pies de los argentinos.

 

Vio a Alberto garrapateando notas sobre un informe de prensa surgido de las oficinas dispuestas en torno al gran circo convencional. Se acercó con aires livianos altamente contrastantes con la sombría y contracturada actitud del otro.

 

Porque Alberto estaba viejo, arrasado, trasegado por los tiempos de resistir, y se refugiaba automáticamente en lo que estos tipos llamaban rigurosidad. Ratas de hemeroteca, viviseccionadores de documentos, rastreadores de incomprensibles insignificancias invendibles cuya trascendencia estaba más en manos de los historiadores que de los jefes de redacción y los dueños de los medios. Ernesto sabía que Alberto era de esos. Un loser  a todas luces y sombras.

 

Alberto Sombras hurgaba papeles en su maletín raído mientras se retorcía frente a la barra de ese revivido café santafecino. Ernesto lo saludó con la displicencia que, parece ser, es la apariencia imprescindible del periodista, una pizca de detective de novela negra y un dejillo de asomada bohemia. Algo que en suma tiende a decir: detrás de este pibe de aspecto difuso, se esconde mucho más de lo que puede advertirse a primera vista.

 

Alberto Luces chispeó – ¿Y nene….llegaste a leer lo de la Constitución de 1826? –

 

Asomaron las paletas separadas más sobre el labio inferior que de costumbre, casi como enjugando saliva en fuga.

 

-No – dijo terminando de descubrirse hasta la encías – se me ocurrió una nota sobre las barrigas de los constituyentes. Formas de abdomen que pueden insinuar abundancia o descuido, algo de más color. ¿Viste que la panza y lo burgués y el mal gusto funcionan en paralelo? Bueno…me iluminó. Tiré la idea y en la redacción les pareció excelente.-

 

Alberto Luces y Sombras tardó en reaccionar.

 

Tardó como quince años.

 

Tanto tardó, que ya era tarde.

 

Me pareció mejor traer esta vieja bronca, gastada y sin filo, que dejar que me gane una nueva, mejor destinada para los verdaderos enemigos.

 

Esta entrada fue publicada el Lunes, 24 de Agosto de 2009 a las 16:40

Hay mucho danger

Por Tato Contissa

Aguardientes

“Hay mucho danger…hay mucho danger…” rapea muy flamenco, Ojos de Brujo, un grupo musical andaluz, con voces templadas por siglos con colores castellanos, moriscos y posmodernos. “Hay mucho danger…hay mucho danger…”

En la tele del café, el gran Buenos Aires transcurre su mañana insertadas las imágenes horrorosas de este día: Bagdad. Pero esta vez una referencia al pasar de que allí sigue sucediendo esa ingeniería indescifrable del desastre. Entre metales apiñados y restos irreconocibles yacen, seguramente, un montón de destinos interrumpidos en postales a las que te vas acostumbrando, pero que igual despierta esa sensación de imponderable vacío. ¿Por qué será que no es el dolor ni la misma muerte lo que más lacera, sino esa interrupción de futuros, ese número creciente de promesas que no se van a cumplir, o peor, la corroboración de que esas personas ya estaban muertas desde siempre?

“Hay mucho danger…hay mucho danger…”

La magnitud de la tragedia asoma también sus cartas más mezquinas…a alguien le convendría más que fuese la ETA que un grupo fundamentalista islámico…al mundo, igual, le debe dar lo mismo…pero no le da…no…no le da lo mismo… El domingo hay elecciones con unos pocos electores menos…estadísticamente nada…mediáticamente mucho…

Hay mucho danger….hay mucho danger…

La televisión y la radio son ojo y voz de lo que ocurre, a veces. Hoy las papeleras y el conflicto en Aeroparque ocupan el espacio que bien podrían ocupar las acciones militares en el norte de Irak. Si alguien decidiera que lo que está pasando pase en los medios, a las 10 de la mañana los diarios de hoy se habrían condenado a ser lo más viejo que pueda uno imaginarse, los matutinos de hoy se volverían más viejos aún que lo de ayer.

Que mezquino es cualquier pensamiento que no se encuadre en este sobrecogimiento y este ahogo que no me deja pensar. Porque esta sucediendo, porque aún cuando no subamos on line en la tercera de la derecha, está sucediendo, la muerte del terrorismo occidental en medio oriente trabaja y se ubica en todas las columnas de la realidad “on live”.

“Hay mucho danger…hay mucho danger….”

¿Por qué será que lo más valioso resulta ser siempre lo más vulnerable? Me viene de golpe aquel obrerito muerto en el tranvía caído al riachuelo que movió la pluma del dolor de Raúl González Tuñón. Imagino bolsos revueltos entre los desechos de cualquier ataque abrigando historias parecidas a las de aquel sanguche de milanesa. Pero entonces había sido un accidente en el mundo, hoy el mundo parece ser un gigantesco accidente.

“Hay mucho danger…hay mucho danger….”

Cruzo la calle a compartir ese millón de rutas que se ignoran mutuamente y que llamamos ciudad. ¡Qué frágil todo! ¡Que infinitamente frágil todo…!

De pronto, espabilo, sé por qué me muerde así, así de poderoso. También viajo yo, a diario, con mi pequeña humanidad, con mi fragilidad de uno entre millones en un tren siniestrado, o caminando la calle donde el estallido resulta ser la única palabra. También nosotros estamos en el mundo en dónde hay demasiado, demasiado “danger”.

La obligación de la felicidad

Por Tato Contissa

Aguardientes. Segunda Temporada.

El cura acababa de convertir un festejo familiar, unas emociones en racimo concurriendo a la victoria del esfuerzo, de la voluntad, del tesón, del empeño, de cualquiera de las palabras que nombran al nervio motor de la condición humana, todo lo acababa de convertir el cura en una cuestión argentina.

No sé cómo lo hizo, me parece que le vino de una convicción profunda, de esas certezas irrefutables que tienen los tipos como el cura Horacio.

Nos encontrábamos allí para el acto de una colación de bachilleres adultos. Esta otra historia es mejor de lo que yo puedo contar, pero la sintetizo diciendo que se trataba de un grupo de adultos que habían emprendido la tarea de hacer el secundario para tener una herramienta mejor a la hora de apoyar a sus hijos, de contenerlos, de hacerles mejor lugar en el mundo.

En tiempos en que lo único que uno ve a la vera es desolación, en los que entender el presente demanda protectivas y abundantes cuotas del más cínico escepticismo, en estos tiempos es que la prepotente inocencia de ese cura suena como un piedrazo en un campanario.

La palabra les hacía recordar a los que acababan de triunfar que el logro había sido una creación del conjunto, que si era legítimo vivirlo como una realización personal, era el entramado de voluntades la victoriosa red que acababa de recoger un resultado. Y más, los comprometía a no abandonar ni la idea ni la fuerza ni el sentido colectivo, porque había más por lograr. Y que ese logro por venir (y aquí viene la audacia de corazón por excelencia) era nada más y nada menos que la felicidad.

Y yo, con las pesadumbres que resultan de cargar todo en la cabeza y demasiado poco en el alma me dije: —¿Este cura está diciendo que la felicidad es una obligación? ¿Este pibe de ojos limpitos y palabra sencilla me está diciendo a mí, un campeón de la melancolía y un refugiado habitual de la tristeza que la felicidad es el imperativo categórico de los argentinos? ¿Este tipo, sin que nadie lo interrumpa o lo apedree, o lo bañe de ruidosa indiferencia viene a proclamar tan suelto de cuerpo que este asunto de la felicidad es nada más y nada menos que “la felicidad del pueblo”?

No la felicidad como una fugacidad, como un mendrugo ilusorio que resplandece por instantes en medio de la oscuridad de la vida cotidiana, de la rutina, de la desazón, de la resignación ante la defectuosa condición humana. Tampoco la felicidad como una utopía, como la persecución de un objetivo que, aún cuando inalcanzable, nos permite vivir la ilusión y aliviar nuestro oscuro y fatigoso derrotero. No. La felicidad ahí, palpable, contante y sonante, la felicidad por ventanilla. De eso nos hablaba ese cura, esa mañana con un sol que parecía darle la razón. De la felicidad como destino colectivo, y por lo tanto como obligación, a la que nadie puede desertar. Las pruebas del compromiso las señaló para esa ocasión, en hombres y mujeres hacedores de un logro, irrefutables muestras de oro que atestiguaban sobre la existencia del gran filón.

Esa mañana me decidí a asociarme al compromiso de la felicidad. No sin esfuerzo, ya que siempre me fue trabajoso cumplir con mis obligaciones.

La verdad de la milanesa

Por Tato Contissa

Aguardientes. Segunda temporada.

En afán de aclarar frases que se escuchan a diario, alguien, no recuerdo quién, me contó así esta historia.

En el siglo XII, Milán florecía como ciudad inigualada en las artes. Los faldeos de los burgos milaneses se atestaban de artesanos, ingenieros mecánicos, pintores, escultores al paso, fileteros, tejedoras de crochette, yeseros finos, gomeros, alambradores y profesores de Bonzai.

En la Vía Vilegas, epicentro de la actividad, Giacomma Valvedrinni, hija de humildes labriegos y oriunda de los suburbios de la ciudad, destacaba del abigarrado paisaje de la Feria por su belleza inigualable. Ni las mujeres de la corte, ni la galanura de las hembras nobles podían disputar siquiera con el esplendor de esa mirada esmeralda con destellos dorados. Ninguna reina podría superar su porte. Ninguna aristocracia podía emparejarse a la escultórica figura de la villana.

Tanta fue su fama que llegó a oídos de Fabrizio Calcátimo Condittieri, Duque de Bérgamo, quien con ánimo galante, curiosidad juvenil y consecuente calentura, cabalgó hasta Milán para comprobar los dichos que enturbiaban sus sueños y lo habían condenado a horas de sospechados encierros en su cuarto de baño.

La tarde de su arribo Fabrizio comprobó que lo que le fuera contado era injusto por escaso ante el esplendor de la belleza de Giacomma. Sin vacilación y sin descabalgar, secuestró a la plebeya llevándola en la grupa hasta el montecillo más próximo al linde del villorrio. Se apeó. La bajó de su caballo y la tendió sin más sobre la blanda hierba del reverdecido prado. Sin decir palabra, recorrió con sus ojos y sus manos toda la plenitud de la belleza. Y cuando arribó allí, al íntimo lugar donde la tibieza prometía el máximo goce del amor carnal, Fabrizio descubrió que Giacomma tenía “algo más” que lo esperado en una niña. Tal fue el estupor, la sorpresa y el horror que atacó su ánimo, que al partir raudamente en su corcel sobre la grava diamantina del camino, cubrió al travieso Giacommo Luiggi Antonino Valvedrinni (así su nombre completo) de una fina capa de tierra y arenizca (rebozo que se recuerda hoy con el pan rallado y el huevo batido en la cocina europea).

Fabrizio y su ansiosa epopeya habían descubierto, sin querer, la verdad de la milanesa.

Miente para Clarín, que algo queda

Les pido a todos que difundan y multipliquen esta información a todos sus directorios, ya que mañana, la maraña de relaciones en los cargos ejecutivos del «periodismo independiente» amortiguará su impacto, tal como hicieron con la censura a «tres poderes».

Esto es una barbaridad, una grosería y un motivo suficiente para que este periodista deje la profesión.
Lean y repliquen.

Gobierno de EE.UU desmintió a Clarín y le envió una nota a Kirschbaum
20:00 (12 Jun)- El Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió hoy un comunicado donde expresa su «objeción en los términos más duros posibles», una nota publicada por el diario Clarín en la que Marcelo Bonelli afirma que la Argentina «no estaba en la agenda» de los Estados Unidos «por la posición de su Gobierno». Según la nota oficial del gobierno norteamericano, «las citas textuales atribuidas son absolutamente falsas y fueron publicadas sin estar basadas en la verdad» LEER NOTA OFICIAL
Los firmantes de la declaración son el subsecretario de Estado adjunto principal de Asuntos del Hemisferio Occidental, Craig Kelly y el director para Asuntos del Hemisferio Occidental, Milton Drucker -ambos del Departamento de Estado-, quienes sostienen que «nos sentimos defraudados ante el hecho de que no hubo ningún intento de contactar a los participantes de Estados Unidos para confirmar las citas atribuidas a ellos. Esperamos que esta práctica sea corregida en el futuro».

El documento completo, describe textualmente lo siguiente:
«Escribimos para expresar nuestra objeción, en los términos más duros posibles, a la nota «El gobierno busca el apoyo del Tesoro Norteamericano», que apareció el 12 de junio en la edición de Clarín. Las citas textuales atribuidas son absolutamente falsas y fueron publicadas sin estar basadas en la verdad.
Estamos totalmente en desacuerdo con la malinterpretación de nuestra conversación con representantes de la Unión Industrial Argentina (UIA). De hecho, valoramos enormemente la fuerte relación que tenemos con el Gobierno de Argentina, el que está basado en objetivos compartidos, valores e intereses comunes.
Nuestras dos naciones desarrollaron una relación positiva y productiva construida sobre nuestro compromiso compartido por los valores de la democracia y derechos humanos. Nuestras relaciones cubren un vasto ámbito de áreas de mutuo beneficio, incluyendo seguridad regional, contra terrorismo, interdicción de drogas, no proliferación y misiones para el mantenimiento de la paz de Naciones Unidas.
Hemos reiterado públicamente, nuestro deseo de mantener y de fortalecer esas relaciones, y de aumentar la cooperación en áreas de educación, energía renovables, y ciencia y tecnología. Nuestro compromiso de hacerlo, es manifestado en nuestro diálogo de alto rango, el cual resultó en cuatro acuerdos bilaterales y nuestro continua cooperación en tales foros multilaterales como Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y el G20. Nuestro encuentro con la UIA, a su pedido, proveniente de nuestro deseo de buscar lazos más fuertes con la comunidad de negocios de la Argentina.
De hecho, nosotros planeamos viajar a la Argentina en los próximos meses para continuar estas discusiones con el gobierno y el sector privado, las cuales apuntan a fomentar oportunidades para compañías argentinas y estadounidenses, en el medio de la crisis económica global. Nuestro deseo de desarrollar lazos más cercanos con el sector privado argentino y las organizaciones civiles, es un natural complemento de las acciones que venimos tomando para reforzar y expandir nuestra relación existente y fuerte con el Gobierno de Argentina.
Tenemos una relación de largo tiempo con Clarín, un periódico de gran reputación y bien establecido, y nos sentimos defraudados ante el hecho de que no hubo ningún intento de contactar a los participantes de Estados Unidos para confirmar las citas atribuidas a ellos. Esperamos que esta práctica sea corregida en el futuro». Marcelo Pinocho Bonelli….Mentiroso y de madera.

Tato Contissa, el sábado, 13 de junio de 2009 a la(s) 15:57 ·

Cabeza y Estómago

Libres de decir pero no de facturar.

La libertad de concentrar empresas, libertad de monopolio, y la manipulación libérrima del mercado sufrieron un feroz revés en estas horas.
La A.F.A rescinde la exclusividad del fútbol con el “grupo” (nombre con el que se conoce a una de las cinco grandes megadictaduras mediáticas de América Latina y que en nuestro idioma se menciona con la celada y litigada marca “Clarín”) y el Estado argentino se hace cargo de esos derechos pagando el doble de la cifra.
Veo a Bruce Willis dándole a elegir al compañero que acaba de servirse de los favores de su esposa: ¿cabeza o estómago? Y como no hubo respuesta pues, cabeza y estómago. Los dos golpes se dieron porque el desleal amigo creyó que Willis resignaría esa venganza.
No sé porque me vienen esas imágenes.
Tal vez muchos en la Argentina de la derrota electoral por tres puntos imaginaron que la amenaza de la ley de medios habría de desinflarse, como ante la resignación de Bruce frente al “partner” tras el descubrimiento de la infidelidad. Quizá sea eso. Habrán pensado algo así.
Lo cierto es que el martes que viene, viene la liberación de fútbol, una de las tres fuentes ingresos más importante del grupo.
En tres frases. El fútbol no se va a morir. No nos van a expoliar más para ver el fútbol. El balazo dio en el corazón del monopolio.
En el corazón no, en el bolsillo, es decir en el estómago.
El próximo golpe va a la cabeza. Y es la ley.

Tato Contissa, el sábado, 8 de agosto de 2009 a la(s) 23:46 ·

Cambios que cambian y fortalecen

La reacción de los medios concentrados y del Canal de Miami C5N dan certeza sobre la pertinencia de los cambios operados en el gabinete de ministros por la Presidenta Cristina Fernández.

Claro que la presencia de Aníbal en la cúspide de ese gabinete es de central importancia, tanto como la apuesta a Boudou en Economía, pero yo no dejaría de prestar atención al hecho de que Jorge Coscia asuma en la secretaría de cultura de la Nación, hasta ahora bajo la gestión taxidermista de José Nunn.

Lo de Aníbal es más peronismo de lo que estos sectores pueden digerir, y los “nombres nuevos” que Longobardi esperaba para economía quedaron bloqueados.

Lo que más me alienta es que el gobierno se blinde ante la ola de aprietes que empezaron a manifestarse esta semana y que vuelva a la sana costumbre de marcar la agenda. Esencialmente por el proyecto, pero adicionalmente por la guarda institucional. Lo de Honduras es de temer, es un gesto mafioso global.

Un análisis un poco menos de trinchera podremos hacer mañana.

Me gusta che….me gusta!

Tato Contissa, el Martes, 7 de julio de 2009 a la(s) 21:04 ·