Tato Contissa: Amigo, socio, compañero y vecino

Por Osvaldo Nemirovsci (Coordinador General del Consejo de Televisión Digital Terrestre Argentino).

Publicado en Nac&Pop. Ir a la página

Desde temprano un post de Vivan Elem en Facebook notificaba sobre este dato que ojalá se hubiere demorado algunos años más y en verdad encuentro, raramente, sentido en poner algunas palabras escritas en la despedida de Tato Contissa.

Me alejo un poco de la mirada política, ya se ocuparán otros de decir algo.

Quiero sí compartir escenas, datos que hasta hoy eran patrimonio un poco exclusivos del espacio que compartimos, tantos años, Contissa y yo.

Siento que al dolor de su muerte se suma la ida de una época en que, si bien no éramos tan jóvenes, pensábamos como si la vida fuera eterna.

Compartimos cotidianas paradas en la barra de Quorum en las tardecitas barilochenses meta charla y sueños, todos los días café y los viernes tomábamos un pisco sour maravillosamente preparados por Popeye, nuestro barman peronista.

Tuve la suerte de aprender bastante de radio trabajando con él en su FM. Tuvo la confianza, infundada y desperdiciada desde ya de pasar al aire un reportaje que en una noche de copas e inauguraciones yo le hice al hoy olvidado cantante Machito Ponce.

Fuimos socios en una consultora para medios que se llamaba “Rouvier, Contissa, Nemirovsci y asociados” y un dia Tato me confesó que nunca le había avisado a Ricardo Rouvier que usábamos su prestigioso nombre pero que era “impactante”  como quedaba el papel membretado y por lo tanto seguimos así.

Hoy todavía sonrío cuando veo una vieja tarjeta que testimonia esa ingenua ilicitud.

Compartimos el gobierno municipal de Bariloche en 1999, él como Secretario de Prensa y yo de Gobierno.

Nos peleamos, una vez y a trompadas y todo pero no recuerdo el motivo.

Éramos parecidos en muchas cosas  y con necesidad de mostrar que teníamos “luces”, probablemente un dia, eso provocó que pasaramos de los gritos a los empujones.

Al viernes siguiente volvimos a tomar pisco juntos y nunca mas hablamos del tema.

Íbamos juntos a un gimnasio, que sacamos por canje, y todos los días al salir nos medíamos los músculos y decíamos cosas como “pobre al que le metamos una mano, estamos regrossos”.

Lei con deleite sus libros y “El juego del ahorcado” me parece una obra de consulta para los que estamos en comunicación. A mi me enseñó cosas que aún hoy aprovecho.

Una experiencia gráfica que compartió con Miguel Vitallitti, la revista El Tábano, fue un hecho editorial notorio e importante en el Bariloche de los ’80 y para colmo competíamos pues al mismo tiempo yo dirigía la revista ABC y buscábamos, comercialmente, parecidos perfiles.

Compartimos tardes y tardes en mi oficina de la calle Mitre donde él venia en búsqueda de emociones que solo tenia en su cabeza, pero al ser yo tan fantasioso como él, nos encerrábamos en mi privado durante horas y desde allá y por teléfono dirigía su radio.

Estuvimos juntos en alguna lista interna del PJ, pero también apoyó en ocasiones sectores con los cuales yo me enfrentaba.

Nos reíamos mucho y debo confesar que sacábamos el cuero con ferocidad.

El era mucho mas inteligente para usar las palabras y su crítica y descuartizamiento de algún dirigente, tenían la elegancia de quien sabe disponer, académicamente, la lengua.

Quería mucho a Mónica aunque la vida lo llevó por varios lados, siempre hablaba elogiosamente de ella y un día me contó preocupado que a su hijo menor lo asustaban los payasos y por ende debía investigar la causa de ese temor.

Fue funcionario del primer kirchnerismo y se fue con dignidad y valentía enfrentado con quien luego fuera y es un hombre anatemizado por este proyecto. Tenia razón pero el momento no lo acompañaba. Prefirió irse.

Sabia de historia del fútbol y sufría con Independiente. A pesar de la dificultad de no tener uno de sus ojos y por ende carecer de completa visión y equilibrio, jugaba bastante bien a este deporte y era encarador y rapidito.

Sé y prefiero callar, de muchas frustraciones que le hicieron daño. Algunas buscadas e inventadas por él. Otras no. Pero en ambos casos, las padeció y sufrió por igual.

Hablaba con orgullo de su padre, ferroviario de Ing. Jacobacci, localidad a 200 kms de Bariloche y tenía una relación de confianza y cordialidad con sus hermanos Pelusa y Corchito.

Ya en Buenos Aires los dos, por motivos de trabajo yo y por decisión él. Nos vimos menos aunque no faltaron buenas comidas, encuentros en actos y presentación de su libro y notas que, con mucha cordialidad, me hacía desde su labor de periodista.

Tuvimos la oportunidad de continuar nuestra relacion en un hecho generacional, que a mi me resultó emotivo y lo contaba orgulloso por las dos partes que componian la nueva vinculación, dos de nuestros hijos (Adriana y yo), Juan Cruz y Martiniano tuvieron a Tato de profesor en la Universidad de Lomas de Zamora, a ambos le hizo sentir, aun con el rigor del docente objetivo, la calidez de haberlos conocido desde pequeños, y en el caso de Martiniano no solo siguió la misma profesión sino que lo recordaba con gran simpatía y respeto.

Mi esposa, Adriana Robles, lo vio por última vez no hace mucho, yo hacia un tiempo que no lo veía y, a pesar que estaba mal,  quedaron en que nos juntábamos a comer.

Llamé un par de veces pero ya estaba jugado. En nuestro ambiente de la política y la comunicación se hablaba de cómo venía la enfermedad de Tato. Y hoy llegó el momento de pasar al recuerdo y al homenaje todo lo que teníamos para compartir.

Fue un lúcido intérprete de parte de los últimos 30 años de la Argentina. Investigó la semiología y la comunicación política como pocos lo hicieron.

Fue un buen periodista, siempre sabiendo qué decir y jamás de los jamases lo recuerdo quedar pagando en alguna entrevista.

Fue buen padre y buen marido y ex marido.

Los compañeros lo querian por buen tipo, que más se puede pedir… chau socio, chau Tato, me duele tu muerte.