Tato Contissa: o de la dignidad sin medias vueltas

Por Mario Casalla (Filósofo, docente universitario. Presidente de la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales) el 28 de enero de 2012.

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Escribo estas líneas sabiendo que ya no podré cumplir con el recordatorio de mi agenda del lunes (“Hablar a Tato”) para coordinar esa visita a Pilar, donde descansaba en casa de su hermano.

Lo habíamos convenido la semana anterior, en una de las frecuentes y largas conversaciones telefónicas de los últimos meses.

Período éste donde nuestra amistad profesional y política de estos últimos años, se había hecho mucho más intensa, íntima y personal: es decir mucho más descarnadamente humana.

Y fue entonces que pude apreciar en plenitud, una arista de la personalidad de Tato  que yo ya sospechaba pero que –en la urgencia de los programas de radio, o de las reuniones y actos políticos que compartimos- quedaba siempre como en un segundo plano: me refiero a su enorme sentido de la dignidad y a su inclaudicable compromiso con la solidaridad y la justicia.

Por cierto que ambas cosas estaban también en el ejercicio profesional y en la militancia política; pero claro en este tramo final –en la intimidad, en el cara a cara, en la patencia de la muerte a plazo fijo que nunca se ocultó- ambas brillaron mucho más.

¡Y qué dignidad señores para enfrentar a la Vieja Señora; que enorme capacidad para mirarla a la cara y decirle No; para avisarle que le iba a pelear hasta el final, que le iba a dar el Buen Combate! ¡Y vaya si se lo dio!

Es que Tato allí más que nunca apostó a la Vida, pero no como aquellos imbéciles que creen que esa batalla se puede ganar para siempre, sino como aquellos hombres lúcidos que saben que morir dignamente es la coronación máxima a que puede aspirar una Vida Buena (la cual –como también se sabe- no es lo mismo que una “buena vida”).

Por eso Tato, al final se fue con la “corona” puesta. Ganó él, por puntos…como siempre me decía que se podía ganar.

En cada visita y charla que tuvimos en estos últimos meses, terminaba él dándome una lección de optimismo a mí!

A punto tal que cada vez que regresaba a mi vida, sentía que Tato me la había mejorado un poco.

Después está esa otra lección de solidaridad y valentía que me dio en ese final.

 

Estaba yo cerrando un año 2011 muy golpeado y en medio de un linchamiento mediático tan injusto como incomprensible (por provenir de un sector de nuestro propio espacio).

Por supuesto traté de participarle lo menos posible, de que no se haga malasangre, pero claro el tipo era periodista y estaba informado como el que más.

Y allí no más escribió lo que creo fue su último texto público (diciembre 2011).

Envió una “Carta abierta al Secretario de DDHH de la Nación”, a un blog que otro grupo de compañeros y colegas sostienen testimonialmente.

Allí está y Tato a su manera la subtituló, “Ni pejertillos ni inquisidores”.

En ella –dándole al Secretario el trato respetuoso y cariñoso de Estimado Profesor- no sólo no oculta su enfermedad, sino que extrae de ella esa relación especial con la Verdad, que sólo la muerte presentida deposita en el hombre que tenga las agallas de enfrentarla.

Así, antes de argumentar en mi favor le dice: “Una aclaración que quiero que usted evalúe en mi argumentación: Soy un paciente de cáncer con buena perspectiva.

Se lo menciono para que usted entienda que no me moviliza ninguna intencionalidad mediata.”

Ante tanta dignidad y valentía, les juro que a solas derramé mi primera lágrima. Otra lección de Vida!

Bueno termino confesando algo.

En nuestra última charla me dijo –de sopetón- que él era creyente y me preguntó si yo también.

Nunca habíamos hablado de eso pero, medio confuso, le dije que sí y la cosa quedó para el encuentro siguiente.

Mañana iré junto a sus compañeros y familiares a la misa que se celebrará en la capilla del cementerio de la Chacarita, antes de su cremación.

Acaso entonces Tato me haga un guiño o me diga de qué se trata.

Lo escucharé con toda atención, claro.