Por Teodoro Boot (escritor) el 28 de enero de 2012.
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Seguramente los amigos, discípulos, admiradores, admiradoras y compañeros dirán que Tato era un tipo muy talentoso, que lo era.
Muy inteligente, lo que también era. Muy tesonero y trabajador, y pucha si lo era.
Combativo, voluntarioso y peleador, firme como una roca, duro como un boxeador, dúctil como una bailarina clásica, suave como un crítico de arte.
Que tenía una formación y una erudición de la gran flauta, camuflada debajo de una onda arrabalera, un poco por modestia y pudor y mucho de puro arrabalero.
Excelente periodista y gran escritor, con una increíble dulzura y capacidad de observación. Y una gran y amable piedad para los tipitos que andamos por ahí, boyando al ritmo de las olas, sin saber si vamos o venimos.
Todo eso era, y nadie que lo haya conocido o tratado aunque sea de refilón, lo pondrá en duda.
Pero si se me permite, voy a decir otra cosa. Voy a decir que era un tipo tan bueno, jovial y vital que parece inconcebible que ya no esté, que se haya muerto o hasta que haya sido mortal. Y lo digo en ese orden: bueno, jovial y vital, que a mi gusto son las principales virtudes de los tipos, y en ese mismo orden.
Tato era, primordial y principalmente, un hombre bueno, que es lo mejor que se puede decir de los hombres, de cualquier hombre.
Será por eso que cuesta creer que ya no esté, y nada de la sanata de que ya es eterno en sus obras, enseñanzas, escritos, en el recuerdo de sus alumnos y compañeros, en el alma de su pueblo, etcétera, etcétera. Macanas puras, diría el propio Tato.
Ya no está, y eso es lo que importa. Ya no está y no podremos cagarnos de risa hasta las mil quinientas de la tarde o de la noche, tomando un vino, o dos o…una soda, como para matar de la impresión a algún desprevenido, en el Turf, la Tacita, en lo de Roque, con Mario en el Cunqueiro o debiéndonos el asado que nos debíamos y nos debemos definitivamente en la casa del Cabezón Benítez. O quedaron debiéndome y la gran…
En suma, que era un hombre bueno, y si ya veníamos extrañándolo, no quiero saber lo que será de ahora en más.
Su ausencia fue muy anunciada, pero su desaparición de veras fue dolorosa, dolida y lamentada en lo más profundo de nuestros corazones, dejándonos sumidos en una profunda y de alguna manera incomprensible tristeza. Si ya sabíamos…
Por algo habrá sido.
Así que, pónganse de pie y salúdenlo, con aplausos, pitos y matracas: se acaba de ir un tipazo.