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«Uno trabaja para el éxito»

La definición le viene desde detrás del grueso maquillaje, un blindado de emulsiones que ya es ella misma, su totalidad de máscara, el escudo que la defiende de su insignificancia: “Uno trabaja para el éxito”.
Transida de vanidad, Mirtha acaba de sincerarse.
Claro que nadie hace nada en ansia de fracaso. Pero lo que hace trascendente cualquier hacer humano es, justamente, el hecho de que lo que hace trasciende al hacedor.
Se trabaja para curar, confortar, mejorarle la vida al otro, tanto si se es médico, cura o cómico, y cuando viene el aplauso, el agradecimiento o la sonrisa el trabajo se muestra terminado, pero es sólo eso, un aviso: el domingo es mucho más que la campana.
Pero ella nunca lo sabrá. Amante de lo fatuo, envanecida de los amores distantes que ofrecen las plateas, alimentada de la vanagloria que produce el autógrafo, jamás sabrá que se trabaja para otro con el objeto de que lo que se hace sea trabajo.
Su hato de prejuicios, su insidia, su ignorancia, su inteligencia módica, su desprecio por la naturaleza humana, continuarán haciendo el mal. Y en ese hacer seguirá cosechando éxitos.
 

Campo adentro, campo afuera

Doscientas verdades hacen a una confusión que puede ser lo que mil mentiras.

 

El “campo” arrulla al corazón de la patria, es ícono de argentinidad, seduce nuestra hispanidad con bucólicas estampas, incita al exotismo interior de los oficinistas citadinos con sus aires libertarios, trae la imagen del gaucho en su silenciosa heroicidad y su genocidio silenciado, alimenta un orgullo que sólo se califica en los terrenos más acotados del fútbol, nos cobija de nuestra aventura cosmopolita y pro primermundista reservándose como un vestigio aún inexplorado de la identidad.

 

O:

 

El campo es la herramienta y el escenario de nuestra desgracia y nuestro atraso. Configura, en el modelo agroexportador, la base de nuestra dependencia, el fundamento del éxito de la oligarquía trasuntado en la derrota del país posible. Sincera al país feudalizado en la territorialidad de la estancia, cristaliza la democracia ficcionada,  dibuja al peón descalzo, a la ignominia del patrón y al látigo traidor de los capataces, a la opresión más infame y a la entrega.

 

Siendo eso, a pesar de los pesares del tiempo, hoy el campo sirve para otros retozos: El de los gordos boludos que creen que la inteligencia otorga derechos y no genera obligaciones. Los gordos boludos y los bigotudos boludos, es decir con prescindencia del peso y de los afeites: de los boludos.

También al descampe de los politicoides oportunistas que suben y bajan las banderas en aras de construirse espacios en la siembra de desgracias, porque la oposición es un sitio vacante pletórico de promesas y potencialidades.

El de los funcionarios salames que desperdician oportunidades porque imaginan la vida como un área en la que siempre llueven centros sin saber que no siempre los tira Riquelme y que en el campo a veces llueve demasiado y a veces ni siquiera llueve.

El de los gorilas esenciales que esconden su desprecio por las masas debajo de las boinas y encima las botas de cuero y dentro de las estancieras de doble tracción hechas para salir del campo al que rara vez entran.

El de los “luchadores” antioligárquicos que desconocen la cultura del campo, la realidad de esa economía en el terreno y que simplifican todo en el estereotipo.

 

El “campo” argentino es parte de la Argentina colonial, sólo parte, tan parte como su antagonismo urbano. No son ambos los rostros de un país esquizofrénico sino la conjunción de una cultura estúpida, homologable a la estupidez de la mano que renuncia a sus genitales por órdenes que no le vienen de su naturaleza.

 

El país colonial no se anima a ser Nación y se descuartiza de palabra. Por eso no vendría mal una oración al dios que más atento esté:

 

Que quien gobierna piense en el diseño de una política agrícola ganadera, disponga una infraestructura (rutas, calles, energía y servicios) para ese proyecto económico, y aliente una acción demográfica que lo haga posible.

Que los habitantes de los sets y los departamentos abandonen sus interpretaciones de paliers y asuman que son ignorantes de toda ignorancia cuando librepiensan un país que hace rato no es libre.

Que la pelea chica no esconda la amenaza de la derrota grande.

Que el asado de tira, “que no le hace mal a naides”, vuelva a doce pesos el kilo.

No es mucho pedir.

 

Esta entrada fue publicada el Domingo, 6 de Abril de 2008 a las 10:03

Reflectores, endandilados y enceguecidos

Parecen vanos doce años de insistir con que el periodismo hace, con mejor o peor arte, con sublimes o bastardas intenciones, con mayor o menor dependencia de intereses, un relato de la realidad. Parece fútil digo, luego de ver replicado hasta el infinito en estos días de remezones entre medios y gobierno la frase “el periodismo refleja la realidad, peor o mejor, pero la refleja”.

El pergeño vuelve con su misión de escudo de la boca de Marcelo Bonelli, pero bien pudo haber sido otra boca, otra letra, otro canal.

 

La verdad es que la tarea de reflectores no nos ha sido dada, ni la de devolver luces ni la de arrojar la propia sobre los objetos del mundo. Más bien somos recolectores de impresiones ajenas o de pertenencia difusa, sensibles de una sensibilidad diferente para con ciertas manifestaciones de esa realidad. Con esos petates profesionales y alguna que otra dote natural construimos un relato. Nada más, nada menos.

La sociedad mediática, que es en la que vivimos, le ha dado a esas facturas una dimensión inesperable*, cuestión que sintoniza y ajusta con la baladronada de Bonelli, o debiera decir quizá humilde petulancia, para no dejar fuera de la idea que la omnipotencia meneada por el “reflector” implica una modestia tan falsa como amenazante.

El mundo está pletórico de infamias, tanto como de infames, pero las más de las veces los periodistas reflectores obedecen al encandilamiento que esa desmesura de la reputación social de la profesión les provoca. Encandilados, para decirlo en metáfora, aunque las luces de los sets dejan la chance de lo literal.

 

Así vamos, derechito y de cabeza, a la fase tres, que es la del enceguecimiento. Porque nada hay peor para un reflector que el que le señalen cómo y cuánto distorsionan sus luces.

 

 

 

Los Veteranos de la ningunaguerra

En 1985 escribí esto, fragmento de un intento de poema de mayor extensión:

Tan sólo me encontré perdido en un tablero de absurdas diagonales

en donde los más descomprometidos ,livianos y banales

se disfrazaban de mí mismo y festejaban

un triunfo por el que no habían luchado.

Y yo era el derrotado.

Sabía que alguna vez podría exponerlo libre de todo resentimiento y en función de una explicación útil en dónde encontraría multitudes de “identificados”. Hoy hartan menos (porque estamos más viejos) las falsas chapas de luchadores. Pero igual joden, sobre todo cuando se usan para habilitar posiciones reaccionarias y antipopulares yéndola de veteranos de guerras tan falsas como supuestas.

Vuelvo al pasado, pero un poco más cercano, 1994. Este es un fraghmento de “Salven a Clark Kent…Exhortaciones ante lamuerte del periodismo” que publiqué en 2005. El personaje soldado es fácil de reconcer, ya no lucha contra el menemismo pero tiene la casa llena de medallas. Digo yo.

 

 

Menem iba por la reelección.

 

Quería que la novia se entregara por derecho tanto como por deseo. Así fue que abrió la calle de su derrotero histórico pavimentándola con una nueva constitución, obra civil que además de lo obvio tradujo las necesidades de los grupos que tanto lo soliviantaban como lo empujaban hacia el futuro.

 

El gesto llevó a las puertas del delirio cualquier vindicación posible de la Constitución del 49, la última base jurídica legítima incontrastable que había sido derogada y reemplazada con amputaciones por un mamarracho.

 

Durante 28 años esa macilenta Carta Magna, la de 1956, sirvió tanto para toda variedad de atropellos al derecho político como para la perpetración de la mayor enajenación económica de la historia, sólo superada por la que vendría después de su reforma. Apenas algunos de los derechos del trabajador se habían salvado de la demolición constitucional comprimidos en ese 14 bis tan obsequiado por los juristas.

 

Había en 1994 entonces, un propicio momento para mirar hacia atrás como quien busca el porvenir.


Pero no. Había en los medios otras necesidades.

 

Ernesto fue destacado en la convención constituyente por el diario. Era joven. En realidad hoy uno lo ve y siente que siempre fue joven, que lo seguirá siendo indefinidamente. Versión desangelada de Hughes Grant  la televisión le otorga patente de transgresor acomodados a las formas requeridas por las nuevas expectaciones y por el nuevo público. Un público que aplaude de corazón la música de la insolencia sin entender casi nada de la letra.

 

Esa tarde de invierno santafesino, en un bar a doscientos metros del paraninfo de la Universidad del Litoral, las cavilaciones de Ernesto navegaban otras honduras distintas de las que podría provocar la historia que se estaba cerrando bajo los pies de los argentinos.

 

Vio a Alberto garrapateando notas sobre un informe de prensa surgido de las oficinas dispuestas en torno al gran circo convencional. Se acercó con aires livianos altamente contrastantes con la sombría y contracturada actitud del otro.

 

Porque Alberto estaba viejo, arrasado, trasegado por los tiempos de resistir, y se refugiaba automáticamente en lo que estos tipos llamaban rigurosidad. Ratas de hemeroteca, viviseccionadores de documentos, rastreadores de incomprensibles insignificancias invendibles cuya trascendencia estaba más en manos de los historiadores que de los jefes de redacción y los dueños de los medios. Ernesto sabía que Alberto era de esos. Un loser  a todas luces y sombras.

 

Alberto Sombras hurgaba papeles en su maletín raído mientras se retorcía frente a la barra de ese revivido café santafecino. Ernesto lo saludó con la displicencia que, parece ser, es la apariencia imprescindible del periodista, una pizca de detective de novela negra y un dejillo de asomada bohemia. Algo que en suma tiende a decir: detrás de este pibe de aspecto difuso, se esconde mucho más de lo que puede advertirse a primera vista.

 

Alberto Luces chispeó – ¿Y nene….llegaste a leer lo de la Constitución de 1826? –

 

Asomaron las paletas separadas más sobre el labio inferior que de costumbre, casi como enjugando saliva en fuga.

 

-No – dijo terminando de descubrirse hasta la encías – se me ocurrió una nota sobre las barrigas de los constituyentes. Formas de abdomen que pueden insinuar abundancia o descuido, algo de más color. ¿Viste que la panza y lo burgués y el mal gusto funcionan en paralelo? Bueno…me iluminó. Tiré la idea y en la redacción les pareció excelente.-

 

Alberto Luces y Sombras tardó en reaccionar.

 

Tardó como quince años.

 

Tanto tardó, que ya era tarde.

 

Me pareció mejor traer esta vieja bronca, gastada y sin filo, que dejar que me gane una nueva, mejor destinada para los verdaderos enemigos.

 

Esta entrada fue publicada el Lunes, 24 de Agosto de 2009 a las 16:40

Hay mucho danger

Por Tato Contissa

Aguardientes

“Hay mucho danger…hay mucho danger…” rapea muy flamenco, Ojos de Brujo, un grupo musical andaluz, con voces templadas por siglos con colores castellanos, moriscos y posmodernos. “Hay mucho danger…hay mucho danger…”

En la tele del café, el gran Buenos Aires transcurre su mañana insertadas las imágenes horrorosas de este día: Bagdad. Pero esta vez una referencia al pasar de que allí sigue sucediendo esa ingeniería indescifrable del desastre. Entre metales apiñados y restos irreconocibles yacen, seguramente, un montón de destinos interrumpidos en postales a las que te vas acostumbrando, pero que igual despierta esa sensación de imponderable vacío. ¿Por qué será que no es el dolor ni la misma muerte lo que más lacera, sino esa interrupción de futuros, ese número creciente de promesas que no se van a cumplir, o peor, la corroboración de que esas personas ya estaban muertas desde siempre?

“Hay mucho danger…hay mucho danger…”

La magnitud de la tragedia asoma también sus cartas más mezquinas…a alguien le convendría más que fuese la ETA que un grupo fundamentalista islámico…al mundo, igual, le debe dar lo mismo…pero no le da…no…no le da lo mismo… El domingo hay elecciones con unos pocos electores menos…estadísticamente nada…mediáticamente mucho…

Hay mucho danger….hay mucho danger…

La televisión y la radio son ojo y voz de lo que ocurre, a veces. Hoy las papeleras y el conflicto en Aeroparque ocupan el espacio que bien podrían ocupar las acciones militares en el norte de Irak. Si alguien decidiera que lo que está pasando pase en los medios, a las 10 de la mañana los diarios de hoy se habrían condenado a ser lo más viejo que pueda uno imaginarse, los matutinos de hoy se volverían más viejos aún que lo de ayer.

Que mezquino es cualquier pensamiento que no se encuadre en este sobrecogimiento y este ahogo que no me deja pensar. Porque esta sucediendo, porque aún cuando no subamos on line en la tercera de la derecha, está sucediendo, la muerte del terrorismo occidental en medio oriente trabaja y se ubica en todas las columnas de la realidad “on live”.

“Hay mucho danger…hay mucho danger….”

¿Por qué será que lo más valioso resulta ser siempre lo más vulnerable? Me viene de golpe aquel obrerito muerto en el tranvía caído al riachuelo que movió la pluma del dolor de Raúl González Tuñón. Imagino bolsos revueltos entre los desechos de cualquier ataque abrigando historias parecidas a las de aquel sanguche de milanesa. Pero entonces había sido un accidente en el mundo, hoy el mundo parece ser un gigantesco accidente.

“Hay mucho danger…hay mucho danger….”

Cruzo la calle a compartir ese millón de rutas que se ignoran mutuamente y que llamamos ciudad. ¡Qué frágil todo! ¡Que infinitamente frágil todo…!

De pronto, espabilo, sé por qué me muerde así, así de poderoso. También viajo yo, a diario, con mi pequeña humanidad, con mi fragilidad de uno entre millones en un tren siniestrado, o caminando la calle donde el estallido resulta ser la única palabra. También nosotros estamos en el mundo en dónde hay demasiado, demasiado “danger”.

La obligación de la felicidad

Por Tato Contissa

Aguardientes. Segunda Temporada.

El cura acababa de convertir un festejo familiar, unas emociones en racimo concurriendo a la victoria del esfuerzo, de la voluntad, del tesón, del empeño, de cualquiera de las palabras que nombran al nervio motor de la condición humana, todo lo acababa de convertir el cura en una cuestión argentina.

No sé cómo lo hizo, me parece que le vino de una convicción profunda, de esas certezas irrefutables que tienen los tipos como el cura Horacio.

Nos encontrábamos allí para el acto de una colación de bachilleres adultos. Esta otra historia es mejor de lo que yo puedo contar, pero la sintetizo diciendo que se trataba de un grupo de adultos que habían emprendido la tarea de hacer el secundario para tener una herramienta mejor a la hora de apoyar a sus hijos, de contenerlos, de hacerles mejor lugar en el mundo.

En tiempos en que lo único que uno ve a la vera es desolación, en los que entender el presente demanda protectivas y abundantes cuotas del más cínico escepticismo, en estos tiempos es que la prepotente inocencia de ese cura suena como un piedrazo en un campanario.

La palabra les hacía recordar a los que acababan de triunfar que el logro había sido una creación del conjunto, que si era legítimo vivirlo como una realización personal, era el entramado de voluntades la victoriosa red que acababa de recoger un resultado. Y más, los comprometía a no abandonar ni la idea ni la fuerza ni el sentido colectivo, porque había más por lograr. Y que ese logro por venir (y aquí viene la audacia de corazón por excelencia) era nada más y nada menos que la felicidad.

Y yo, con las pesadumbres que resultan de cargar todo en la cabeza y demasiado poco en el alma me dije: —¿Este cura está diciendo que la felicidad es una obligación? ¿Este pibe de ojos limpitos y palabra sencilla me está diciendo a mí, un campeón de la melancolía y un refugiado habitual de la tristeza que la felicidad es el imperativo categórico de los argentinos? ¿Este tipo, sin que nadie lo interrumpa o lo apedree, o lo bañe de ruidosa indiferencia viene a proclamar tan suelto de cuerpo que este asunto de la felicidad es nada más y nada menos que “la felicidad del pueblo”?

No la felicidad como una fugacidad, como un mendrugo ilusorio que resplandece por instantes en medio de la oscuridad de la vida cotidiana, de la rutina, de la desazón, de la resignación ante la defectuosa condición humana. Tampoco la felicidad como una utopía, como la persecución de un objetivo que, aún cuando inalcanzable, nos permite vivir la ilusión y aliviar nuestro oscuro y fatigoso derrotero. No. La felicidad ahí, palpable, contante y sonante, la felicidad por ventanilla. De eso nos hablaba ese cura, esa mañana con un sol que parecía darle la razón. De la felicidad como destino colectivo, y por lo tanto como obligación, a la que nadie puede desertar. Las pruebas del compromiso las señaló para esa ocasión, en hombres y mujeres hacedores de un logro, irrefutables muestras de oro que atestiguaban sobre la existencia del gran filón.

Esa mañana me decidí a asociarme al compromiso de la felicidad. No sin esfuerzo, ya que siempre me fue trabajoso cumplir con mis obligaciones.

La verdad de la milanesa

Por Tato Contissa

Aguardientes. Segunda temporada.

En afán de aclarar frases que se escuchan a diario, alguien, no recuerdo quién, me contó así esta historia.

En el siglo XII, Milán florecía como ciudad inigualada en las artes. Los faldeos de los burgos milaneses se atestaban de artesanos, ingenieros mecánicos, pintores, escultores al paso, fileteros, tejedoras de crochette, yeseros finos, gomeros, alambradores y profesores de Bonzai.

En la Vía Vilegas, epicentro de la actividad, Giacomma Valvedrinni, hija de humildes labriegos y oriunda de los suburbios de la ciudad, destacaba del abigarrado paisaje de la Feria por su belleza inigualable. Ni las mujeres de la corte, ni la galanura de las hembras nobles podían disputar siquiera con el esplendor de esa mirada esmeralda con destellos dorados. Ninguna reina podría superar su porte. Ninguna aristocracia podía emparejarse a la escultórica figura de la villana.

Tanta fue su fama que llegó a oídos de Fabrizio Calcátimo Condittieri, Duque de Bérgamo, quien con ánimo galante, curiosidad juvenil y consecuente calentura, cabalgó hasta Milán para comprobar los dichos que enturbiaban sus sueños y lo habían condenado a horas de sospechados encierros en su cuarto de baño.

La tarde de su arribo Fabrizio comprobó que lo que le fuera contado era injusto por escaso ante el esplendor de la belleza de Giacomma. Sin vacilación y sin descabalgar, secuestró a la plebeya llevándola en la grupa hasta el montecillo más próximo al linde del villorrio. Se apeó. La bajó de su caballo y la tendió sin más sobre la blanda hierba del reverdecido prado. Sin decir palabra, recorrió con sus ojos y sus manos toda la plenitud de la belleza. Y cuando arribó allí, al íntimo lugar donde la tibieza prometía el máximo goce del amor carnal, Fabrizio descubrió que Giacomma tenía “algo más” que lo esperado en una niña. Tal fue el estupor, la sorpresa y el horror que atacó su ánimo, que al partir raudamente en su corcel sobre la grava diamantina del camino, cubrió al travieso Giacommo Luiggi Antonino Valvedrinni (así su nombre completo) de una fina capa de tierra y arenizca (rebozo que se recuerda hoy con el pan rallado y el huevo batido en la cocina europea).

Fabrizio y su ansiosa epopeya habían descubierto, sin querer, la verdad de la milanesa.

Ante tanto lameculos

Sergio Massa desnudo en sus convicciones por las infidencias del Wikyleaks, Alberto Fernández fotografiado una vez más con los factores de poder que lo sostuvieron en un cargo desde el que erosionó el poder del gobierno, Martín Lousteau principal responsable del mamarracho original de la 125 cuestionando la política económica del gobierno más exitosa que nunca. La lista se engrosa con tipejos curioso como Torcuato Di Tella, o algunos que no hablan pero se alían con el enemigo en el terreno de los negocios. No hay duda, la entereza ideológica de una gestión es directamente proporcional a la cantidad de traidores que es capaz de generar.

Como contrapartida otros se van del gobierno en silencio respetuoso y con la consideración de todos los hombres y mujeres de buena fe de adentro y de afuera. Bielsa, Taiana, para normar solo a algunos.

Es curioso que los más insignificantes sean los más traidores, esa es una relación que no alcanzo a poner en ecuación debidamente. Pero un cuatro de copas como Fernández, solo existente a partir de Kirchner, o un tecnócrata de vigésima línea como Lousteau, o un cajetilla trepador como Massa, seres de oscuras trayectorias se presentan como los más comprometidos con la insidia, la mendacidad y la rosca destituyente.

Para tener en cuenta, para que la presidenta tenga en cuenta, porque el costo político es de ella pero el costo social e histórico es el de todos los argentinos.

A este tipo de canalla no le interesa en absoluto otro destino que el de sus insignificantes vidas individuales. Siempre conviene detectarlos a tiempo.

Me tomo el trabajo porque tenemos un periodismo oficialista muy elegante cuando no timorato a la hora de poner estos puntos en papel, y contamos con unos intelectuales adeptos al gobierno que no quieren cruzar rubicones y entrar en la ciudad de la discusión armados. Yo no soy tan periodista como los primeros y he trabajado el pensamiento argentino como propio más que los segundos, de manera que soy el que se pone.

De manera que mire bien señora presidenta, que sus errores son los nuestros.

Tato Contissa, el Lunes, 6 de diciembre de 2010 a la(s) 21:01 ·

Bariloche Burning

A nadie se le ocurriría pensar que la situación que describe el film Missisipi Burning / Missisipi en Llamas, fuese un caso de “inseguridad”, según los manuales mediáticos de la distorsión y el reduccionismo de este principio de siglo. Claro, en 1961, cuando ocurren los episodios de violencia en el sur estadounidense, y en 1989, cuando se estrena el film, el grupo Clarín tenía muy poca incidencia sobre los episodios.

Distinto es hoy en Bariloche, Río Negro, Argentina, cuando un caso final de escisión social provocado por un diseño económico de exclusión implantado en la dictadura, alimentado por la desidia política de 27 años de gobiernos radicales de los cuales diez fueron los arrasadores años del menemismo, tiene en la ciudad la voz siniestra del grupo Clarín en el único canal de aire y todo el sistema mediático cautivo de la economía publicitaria del modelo. Más los infelices, los ventajeros, y los fascistoides que hay en cualquier sociedad que supere los cien mil habitantes.
La práctica es la de siempre, jibarismo informativo: técnica de reducción de hechos a los moldes estereotipados que sirven para la consagración de los prejuicios sociales y raciales, criminalización de la pobreza, apelación al miedo, incitación a la violencia desde una hipócrita condena a la violencia. Nada nuevo.
Pero: algo nuevo.
Creo que esta semana, mañana a más tardar, el caso Bariloche se va a convertir en una blumergización rediviva de la amenaza de la inseguridad como consecuencia del “gobierno de mierda que tenemos a nivel nacional”.
Todos saben que el grupo está desesperado por razones que bien valen una desesperación: potencial prisión para la señora de Noble, avance sobre el caso Papel Prensa, Ley de Medios descongelada por la Corte, más los riesgos mundialistas de que la alegría no sea sólo brasilera. De manera que un caso como el caso Bariloche acomoda la piedra en el zapato de la sensibilidad nacional.
Nieva en la ciudad de los Césares como sofocaba el calor en Missisipi, pero el incordio meteorológico no puede encubrir los verdaderos dolores.
La dictadura coincide en 1976 con dos proyectos económicos montados sobre el turismo artesanal de la ciudad andina. El Cerro (Catedral) y el Lago (Nahuel Huapi) son los socavones sobre los que se montará la Industria. Parecía prometedor el “modelo de negocios”, frase noventista que sintetiza perfectamente lo que el General Suárez Mason armara con mascarones y testaferros en poco menos de tres años. Un modelo así demandaba blanquear la imagen de la ciudad. Cosa similar operaron los genocidas en las villas de la Capital Federal, como bien nos lo cuenta Eduardo Blaustein en “Prohibido vivir aquí”, operativo que significó la expulsión de 200 mil personas hacia el otro lado de la General Paz. De manera que está claro que el “mettier” tenía manuales. En Bariloche el confinamiento fue hacia el “Alto”, si bien hoy se lo ve, cerca del centro de la ciudad y fuera de los circuitos visitados por el turista. ¿Por qué fuera? Porque la vista de los aindiados desmejoraba “el producto”. ¿Por qué no lejos? Porque alguien tenía que poner las mesas, lavar los platos y hacer las camas, sacar la basura, limpiar los pisos….es decir, hacer el trabajo del servicio turístico. Hasta entonces las empresas familiares alcanzaban, pero con el “boom” industrial la proletarización era imprescindible. El quiebre coincide con una segunda ola migratoria desde los principales centros urbanos del país hacia la capital de Los Lagos. Entre 1976 y 1980 la población se duplica, y el crecimiento se hace sostenido hasta una meseta de 100 mil habitantes que puede establecerse intercensalmente entre 1985 y 1995. Bariloche se “babeliza”, un mix cultural que contiene desde pueblo originarios hasta progresismo jipón, nazismo de probeta con liberalismo conservador decimonónico hacen a un amplísimo espectro de rudimentos ideológicos. Quiero decir con esto que es y ha sido casi siempre, muy difícil hacerse entender en Bariloche. El sentimiento de pertenencia también es extraño, pero no por ello menos argentino. Con decirles que, al par de la Fiesta de la Nive que es siempre pretendidamente “ for export”, la otra fiesta popular importante es la de las colectividades Europeo- Argentinas, una fiesta en la todos se reunen para decir que vienen de otro lado, que no son de aquí.
Una sociedad así, tan a escala de la sociedad argentina, necesita fuertes redes políticas de contención, altos niveles de organización, y un modelo económico que integre, incluya y potencie materialmente lo colectivo. Adicionalmente la ciudad tiene, culturalmente, menos peronismo que la Recoleta.
Conservando el “modelo de negocios de la dictadura”, con el que la actividad económico dinámica que es el turismo sólo participa del 17 por ciento del PBI, Bariloche hace veinte años que está destinada al incendio.
Pero mañana Clarín, con sus voceros locales, dirá que este es un típico caso de inseguridad, consecuencia de la permisividad de un Gobierno Nacional garantista que tiene en el pobrerío la tropa criminal disponible para su eternización en el poder.
Como contrapartida le ofrecerán a la sociedad argentina las pócimas curativas de los Morales, Bulrrich, Cobos, Carrió, es decir los funcionarios funcionales de una política que abrió la puerta del infierno que generaron los otros, la secuela menemista de Duhalde, Sola, De Narváez, Macri y aínda mais. En la provincia y en Bariloche son otros los nombres, pero el Clarín sonará igual.

Tato Contissa, el Lunes, 21 de junio de 2010 a la(s) 22:31 ·

Miente para Clarín, que algo queda

Les pido a todos que difundan y multipliquen esta información a todos sus directorios, ya que mañana, la maraña de relaciones en los cargos ejecutivos del «periodismo independiente» amortiguará su impacto, tal como hicieron con la censura a «tres poderes».

Esto es una barbaridad, una grosería y un motivo suficiente para que este periodista deje la profesión.
Lean y repliquen.

Gobierno de EE.UU desmintió a Clarín y le envió una nota a Kirschbaum
20:00 (12 Jun)- El Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió hoy un comunicado donde expresa su «objeción en los términos más duros posibles», una nota publicada por el diario Clarín en la que Marcelo Bonelli afirma que la Argentina «no estaba en la agenda» de los Estados Unidos «por la posición de su Gobierno». Según la nota oficial del gobierno norteamericano, «las citas textuales atribuidas son absolutamente falsas y fueron publicadas sin estar basadas en la verdad» LEER NOTA OFICIAL
Los firmantes de la declaración son el subsecretario de Estado adjunto principal de Asuntos del Hemisferio Occidental, Craig Kelly y el director para Asuntos del Hemisferio Occidental, Milton Drucker -ambos del Departamento de Estado-, quienes sostienen que «nos sentimos defraudados ante el hecho de que no hubo ningún intento de contactar a los participantes de Estados Unidos para confirmar las citas atribuidas a ellos. Esperamos que esta práctica sea corregida en el futuro».

El documento completo, describe textualmente lo siguiente:
«Escribimos para expresar nuestra objeción, en los términos más duros posibles, a la nota «El gobierno busca el apoyo del Tesoro Norteamericano», que apareció el 12 de junio en la edición de Clarín. Las citas textuales atribuidas son absolutamente falsas y fueron publicadas sin estar basadas en la verdad.
Estamos totalmente en desacuerdo con la malinterpretación de nuestra conversación con representantes de la Unión Industrial Argentina (UIA). De hecho, valoramos enormemente la fuerte relación que tenemos con el Gobierno de Argentina, el que está basado en objetivos compartidos, valores e intereses comunes.
Nuestras dos naciones desarrollaron una relación positiva y productiva construida sobre nuestro compromiso compartido por los valores de la democracia y derechos humanos. Nuestras relaciones cubren un vasto ámbito de áreas de mutuo beneficio, incluyendo seguridad regional, contra terrorismo, interdicción de drogas, no proliferación y misiones para el mantenimiento de la paz de Naciones Unidas.
Hemos reiterado públicamente, nuestro deseo de mantener y de fortalecer esas relaciones, y de aumentar la cooperación en áreas de educación, energía renovables, y ciencia y tecnología. Nuestro compromiso de hacerlo, es manifestado en nuestro diálogo de alto rango, el cual resultó en cuatro acuerdos bilaterales y nuestro continua cooperación en tales foros multilaterales como Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y el G20. Nuestro encuentro con la UIA, a su pedido, proveniente de nuestro deseo de buscar lazos más fuertes con la comunidad de negocios de la Argentina.
De hecho, nosotros planeamos viajar a la Argentina en los próximos meses para continuar estas discusiones con el gobierno y el sector privado, las cuales apuntan a fomentar oportunidades para compañías argentinas y estadounidenses, en el medio de la crisis económica global. Nuestro deseo de desarrollar lazos más cercanos con el sector privado argentino y las organizaciones civiles, es un natural complemento de las acciones que venimos tomando para reforzar y expandir nuestra relación existente y fuerte con el Gobierno de Argentina.
Tenemos una relación de largo tiempo con Clarín, un periódico de gran reputación y bien establecido, y nos sentimos defraudados ante el hecho de que no hubo ningún intento de contactar a los participantes de Estados Unidos para confirmar las citas atribuidas a ellos. Esperamos que esta práctica sea corregida en el futuro». Marcelo Pinocho Bonelli….Mentiroso y de madera.

Tato Contissa, el sábado, 13 de junio de 2009 a la(s) 15:57 ·