Desprecio a cara lavada

El tipo no estaba preparado para despreciar en presencia. Toda su vida, su núcleo, su educación, sus relaciones, su itinerario personal cotidiano estaba trazado sobre la ruta del desprecio a lo que no fuera él y a lo que no fuera como él.

Por eso esa noche, participando insólitamente en el programa Hora Clave, en el afán de poner baza en el asunto de la carne desde su pertenencia, el tipo se comportó como un patán.

De nada sirvieron las rutas de sofisma que el conductor había puesto como trampera para armiños en los vericuetos de una discusión que transcurría con la prolija liviandad de cualquier programa de televisión. Glorioso momento fue aquel en el que el doctor defendió postura planteando como absurdo que alguien fuera malo por el sólo hecho de llamarse Martínez de Hoz, como si alguien hubiera hecho alguna referencia a la condición moral de los dentistas, profesoras de batik o cantantes de Funky que llevaran ese apellido. El tipo se las había ingeniado para acorralarse, para desgraciarse, para parecer un estúpido. Y lo peor: un estúpido que creía que su estupidez era un derecho.

Por eso intentó suspender el concurso de puestas diciendo que se iba si se pretendía ideologizar la discusión sobre el precio de la carne.

Si sólo hubiese sido ignorancia. Pero no, el tipo tenía desnudo el desprecio. Se le veía a su desprecio las partes pudendas. Tiró la frase, la «idea», jugando a engañar bobos, a poner a los imbéciles que miran un programa de TV en la certeza de que una cosa tan material, tan cotidiana, tan sangrante como la carne de vaca no puede guardar relación con las cuestiones tan inasibles, inmateriales y evanescentes como las ideologías. ¿Que puede tener de jugosa la teoría del plusvalor o de revelador un pedazo de marucha?

Ese fue el camino que el desprecio le indicó. Porque el tipo debe saber que esa suspensión del discurso ideológico es la ideología de las dictaduras. El tipo debe saber, decimos nosotros, que las leyes de mercado son los decretos de la dictadura del dinero. El tipo debe saber, imaginamos los giles, que todo lo que está pasando con el precio de la carne es una pulseada de poder de los grupos económicos vinculados al sector con el gobierno de K.

Porque si no quiere decir que el país ha perdido tanto en tan poco tiempo que ya no le queda ni la inteligencia del enemigo.

No, es muy sencillo, el tipo salió de la casa tan apurado que no tuvo tiempo de maquillar su desprecio. Y se le vio por televisión.

Esta entrada fue publicada el Jueves, 19 de Abril de 2007 a las 20:21