Para empezar, una piña es una piña, nunca una derrota. Somos parte de una historia que nos antecede y que nos sobrepasa en el tiempo. Es bueno porque indica que esto es apenas un momento de un tiempo mayor, y muy bueno porque pertenecemos a algo muy grande.
Parece, hasta aquí, que simplemente quiero entibiarles el corazón. Y es cierto, parte de la derrota circunstancial que afrontamos es resultado de los corazones fríos y de las mezquindades enormes. Después están los errores, que todo el mundo los comete, y en paz el que crea que no los haya tenido. Pero quiero confortarlos, que es mi manera de confortarme. La lucha sigue, porque es la vida, porque la vida sin lucha no lo es.
Balance sencillo, somos un 30 por ciento de argentinos que solidificamos la base del país para todos. Del otro setenta, la inmensa mayoría es nuestro horizonte; a por ellos vamos con la militante voluntad del que hermosea la vida peleando por algo más que uno mismo. A por ellos vamos, a hablarles, a mostrarles que el prodigio del alma en multitud hace que los pueblos triunfen. A por ellos vamos, a decirles que los necesitamos porque el “todos” del que hablamos los incluye y los demanda.
Mañana hablaremos de los estilos y de las responsabilidades, mañana mismo. Mañana que es decir ahora, después de esto que digo, le tenemos que pedir a quienes deciden que ya basta de miserables y de soberbios, de ineptos y de serviles. Y se lo vaamos a pedir con nombre y apellido.
Ahora viene el mañana, que es el día después de la piña y el primero de la lucha que no cesa.
Sin cejar y sin claudicar la mínima convicción del destino que reemprendimos en el 2003, hagamos ese llamado y esa tarea de suma vital. Tenemos la razón y el alma limpia, no podemos fracasar, no debemos fracasar. No vamos a fracasar.
Tato Contissa, el Lunes, 29 de junio de 2009 a la(s) 15:59 ·