Un Lanata más

A este libro no le dio pelota nadie. Adelantaba cinco años el interés que hoy es interés generalizado: los medios, lo periodistas. Habla de tipos que en ese 2005 eran Vacas sagradas, aún para el gobierno. En estos días me da ganas de republicarlo por este medio en forma fragmentaria….y no me voy a quedar con las ganas.

Acá va otro pedacito…..

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Claro, yo no me puedo ir a Miami. –

La insólita declaración salió de su menuda boca, un surco  declinante e insatisfecho sobre – paralelo al mentón perdido en la  creciente papada. Lo dijo frente a la aquiescencia de sus compañeros de trabajo con o sin micrófono, con o sin cámara, y frente a la teleaudiencia de América 2 siempre regocijada con el variable clima de denuncia que Jorge Lanata le sabe imprimir a sus programas.

El tono era el de la enunciación familiar y callejera que ayuda a describir el estado en el que se encuentra en la Argentina la juventud de las clases medias:

– No tengo una moneda.-

Sin embargo, casi siempre merecido, Jorge Lanata es uno de los periodistas de mejor cachet de la televisión argentina, sin contar que sus emprendimientos editoriales han sido siempre exitosos y de gran facturación constituyéndolo en un Midas de la prensa, capaz de convertir en oro cada empresa tocada. Eso debe ser comprobable pues la parte del mundo que se dice todo el mundo lo dice.

Lanata prefiere sindicarse como un desposeído por sus aventuras empresarias, seguramente consecuencia de los poderes que enfrenta desde sus páginas, sus cámaras  y micrófonos que a pesar de la magnitud del enemigo no les son vedados. La mayoría cree empero que es falsa modestia.

Lo que esa parte del mundo, el mediático, dice saber y nunca comprueba es el de unas supuestas relaciones históricas de Lanata con fuertes personajes de la corte menemista. En especial el rumor lo vincula desde la época de Página 12 a Alberto Kohan. La relación parece no centrarse en afinidades ideológicas ni, evidente, en convergencias generacionales. La “especie” circulante asegura que se trata de relaciones de dinero y de política.

Cuando Lanata regresa por primera vez a la TV luego de un fracasado intento de saltar a canal 9 es enero de 1999. Imprevistamente, las negociaciones trabadas que prácticamente fueron vividas como una forma velada de censura por toda la audiencia fiel comenzaron a discurrir por una pendiente favorable. Ese alejamiento de las pantallas había dado origen a la revista XXI en donde Lanata cavó su nueva trinchera.

Se había dicho antes que Eurnekián había dificultado el retorno de Lanata  a América por pedido de Menem y que el pago obtenido por el empresario había sido los aeropuertos. Fue tan creído como imposible de probar. Tan insinuado como falto de corroboración. Tan comentado como desproporcionado. Ahora, en los ámbitos acotados de los medios la versión era inversa: Lanata regresaba por la puerta de Eurnekián, a pedido de Menem, a cambio de cumplir un objetivo relativamente sencillo: contribuir a la crucifixión de Eduardo Duhalde.

Menem sabía que un eventual triunfo de Duhalde en las elecciones de ese diciembre próximo implicaría su alejamiento de la política por 8 años. El cálculo era de la inteligencia sencilla del riojano: si Duhalde hacía un buen gobierno se quedaba otro período, si hacía uno malo le tocaba a la Alianza. En cualquiera de los casos Duhalde debía perder, De la Rúa y la Alianza debían ganar para que Menem esperara sólo el tiempo que podía esperar: el 2003.

Cuando se produce el primer regreso de Lanata en estas condiciones varios de sus colaboradores recibieron la chanza: “¿qué se siente trabajar para Menem?  La especulación secreta a voces decía además que la operación había sido realizada por Alberto Kohan.

Sea por falsa o por perfecta la versión no llegó a trascender la frontera de los medios. Si bien se dice que Hadad estuvo tentado, jamás se atrevería a denunciar una supuesta operación de Menem.

Ocurrió lo mismo durante el segundo regreso. Allí se comentó una ayuda económica de Kohan para cubrir una deuda que Lanata sostenía con América y que lo ponía en serias dificultades de negociación. También corrió el rumor de que la deuda a la que habría contribuido Kohan  a saldar era estrictamente de Lanata, contraída con la Revista XXII, Zona 54 , Ego y su nivel personal de gastos.

Antes se había producido su viaje – cura a los Estados Unidos y a su regreso, munido de más kilos y más enjundia, Lanata destruyó todos y cada uno de los escollos que lo separaban de su público y su pantalla, varios de ellos propiciados por alguno de sus más destacados colaboradores: Vertbitsky, Caparrós.

Superada la crisis y muertas las rebeliones Lanata se entronizó delante de “Detrás de las Noticias” sin que nada de lo que podía heder llegara a la superficie de las audiencias.

Pero en la semana previa al encarcelamiento de Carlos Menem, el programa de Lanata produjo una contorsión inesperada hasta por sus propios seguidores. De pronto, corriendo el foco de la noticia, el juez de la causa que investigaba al riojano, Urso, pasó a ser un investigado por Lanata tanto por ser un “juez de la servilleta de Corach” como por presunto enriquecimiento ilícito.

Si lo hubo, el operativo fracasó en dos sentidos: Menem fue preso, y el movimiento puso al programa en la línea de la sospecha, por primera vez, frente a su propio público. Tanto fue así que la mesa editorial debió recurrir a un slogan “autolimpiante” con el que se apelaba a la confianza histórica del público: “vos sabés de qué lado estamos”.

Se advierten claramente las contradicciones que plantean estos rumores: si Lanata es tan vulnerable al oro de las campañas ¿qué necesidad tendría Menem de pagar tan caro una operación sobre Eurnekián, nada más y nada menos que con los aeropuertos? Como dijimos: una desproporción.

Pero lo que importa es que si cierto o falso, el rumor no contó con el tipo de tratamiento que la prensa contemporánea, incluido Lanata, da a los rumores o trascendidos, es decir hacerlos públicos. Porque así es la costumbre aún cuando la escuela clásica del periodismo manda a investigar las versiones antes de ser publicadas. Esta  inmunidad, la de no publicar rumores sobre periodistas, es todavía una prerrogativa que tiene los hombres de prensa entre sí, parafraseando el adagio de los bueyes.

 

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Tato Contissa, el Lunes, 4 de octubre de 2010 a la(s) 22:41 ·