Las imágenes televisadas muerden desde la memoria de diez años. Grecia es la actriz de la turbamulta, la calle ensangrentada y el dolor de finales. Buenos Aires lo fue, nos lo fue, por cierto lo fue. Sabemos pocas cosas por nuestra cuenta, esa la sabemos.
El héroe griego es un ser que empeñado en huir de los designios sólo hace cosas que obligan su designio. Todo lo que intenta, para evitar lo que le ha sido prometido, no hace más que consolidarlo, afianzarlo, finalmente cumplirlo. Edipo huye de su lar para no enamorarse de su madre y no asesinar a su padre, ambos queridos con el corazón del hijo. Pasa la frontera paisana sólo para enamorar a su madre y asesinar a su padre, sin saber que lo fueran.
El Parlamento griego acaba de aprobar el ajuste, que es la manera que el capitalismo trágico de los países periféricos tienen de enamorarse de su madre y asesinar a su padre.
En el país de diez años después Melconian o quien fuere hace la estupidez a tanto por palabra. Grecia, dice, contagia. La víctima del contagio es la contagiosa. Europa y EEUU hacen el salvataje: 720 mil millones de euros para salvar el euro, para salvar a España, a Gran Bretaña y en última instancia a los EEUU. Occidente tapa con ajuste y sangre lo que no puede curar. Los ajustes nunca le han servido a los países, solo a la cadena de la especulación financiera. La presión sobre los griegos será terrible.
Grecia abraza la daga que lo apuñala y cumple, con la muerte en la calle, la consagración de la tragedia.
Tato Contissa, el Lunes, 10 de mayo de 2010 a la(s) 8:54 ·