Pocas veces en la vida la expresión del deseo y la observación de la realidad me han sido tan concurrentes. Sin hacer adivinación ni decir plegaria, advierto que en los próximos veinticuatro meses del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner la Argentina transitará por la transformación más profunda del último medio siglo, y que los gestos resignados de algunos y los movimientos transfronterizos de otros están lejos de reflejar el temperamento del espacio político que lidera la presidenta. No tomo drogas de diseño ni estoy atravesando por un periodo de ensoñación.
Podría explicarme apelando al estado de lo que mejor conozco: la imagen pública. Desde allí decir que la usina pródiga de descrédito que constituye el sistema mediático concentrado del país, un facilitador de encumbramientos insólitos como el de la desvaída y desangelada figura vicepresidencial, no han podido mellar la respetabilidad política de la primera mandataria de la Nación a pesar de la andanada horaria de intentos. El sistema mediático hegemónico de la Argentina tiene más de una manera de otorgar prestigios, emperifollar halagos, disponer de homenajes o, por cierto con más enjundia, todo lo contrario. He trabajado en textos del circuito académico y otros de divulgación las acciones de la victimación y de la exaltación social mediáticas, de manera que me ahorro aquí mayores precisiones. Quiero subrayar sí, en principio, que si esta superficie (la imagen de Cristina) resiste, quiere decir que hay un núcleo sólido debajo.
¿Por qué resistir en la actual instancia histórica tiene un merito que sólo los más cercanos han sabido valorar lo suficiente? Vivimos tiempos de una peligrosa convivencia. El pensamiento resurgido de las comunidades en búsqueda de principios de organización más justos duerme a la vera del lobo del mercado, que no ha muerto, sino que recupera fuerzas luego del descalabro de principios del nuevo siglo y de la reaparición de la política en el último quinquenio.
Esta es una realidad que no puede evadirse con amnesias mediáticas ni encubrirse con declamatorias pretendidamente progresistas.
Hace cinco años que el gobierno argentino comenzó a recrear un Estado con más presencia en el escenario económico siempre a riesgo que la bonanza de las condiciones internacionales nos fuera a hacer un hijo bobo una vez más.
El útero prodigioso de los sectores medios urbanos de la Argentina es lo suficientemente fértil y a veces lo suficientemente estúpido como para embarazarnos de un nuevo fracaso a las puertas de la oportunidad.
¿De dónde salió esta capacidad regenerativa y esta resistencia?
Perón dice que la fortaleza de las bases morales hace que en el triunfo no caigamos en la soberbia y que la derrota no nos infrinja los filos de la duda. Me parece que la presidenta dio prueba de haber pasado el examen de la hora. Cuando la consagró el voto popular, y en los momentos en que los vientos no fueron favorables esas bases morales protegieron las convicciones ideológicas y la voluntad de continuar.
Después de junio, cada día, cada palabra y cada gesto le permiten ver, a quien tenga bien ver, que el camino no se altera.
La reforma impositiva, la búsqueda de emprendimientos con el Estado gestor, la generación de mecanismos de expansión del mercado interno abrochada a políticas sociales de inclusión más vigorosas que la presente, la democratización de la palabra pública, el diseño de la política energética que llega hasta la boca de pozo de la ley de hidrocarburos, el acuerdo económico social, son las llaves maestras de la salida hacia delante que es, a mi juicio, la dirección elegida y ratificada por este gobierno. No tengo ni se me ha expuesto una sola razón válida para pensar otra cosa y mucho menos lo contrario.
La respuesta a la pregunta sobre el quién de este qué recae únicamente sobre Cristina Fernández de Kirchner. Esto es objetivo no sólo en consideración a la posición, sino a la calidad política. Es fácil, no hay tanto que mirar y demasiado poco que ver que guarde una entidad y una estatura suficiente para encarar este proceso. Es ella y ella está para eso. Y lo va a hacer.
Si nos preguntaban hace un año nomás sobre la situación de los fondos previsionales:¿alguien imaginaba la recuperación de ese patrimonio de las manos de las AFJP? ¿Pensábamos que Aerolíneas Argentinas retornaría al manejo público?
En tiempos de triunfo hubo poca soberbia y mucha toma de riesgo, para poner por caso además de lo ya mencionado el lanzamiento de la propuesta de proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual, que se tragara muchos políticos prometedores a lo largo de veinticinco años de democracia.
También es objetivo que la derrota electoral legislativa no alimenta titubeos, yo no advierto actitudes timoratas, ni claudicaciones o retrocesos, más allá de los rumores mediáticos acompasados por el frotarse de manos de los intereses corporativos.
No soy hombre de fe excesiva y menos a ciegas. Estoy viendo lo que voy creyendo. En la dificultad del tiempo hallo la certeza de la oportunidad, y en las notas de carácter del principal actor político de este tiempo, la viabilidad.
La fe es tan grande y parece ver tan bien que no tengo lugar para la duda.
* Tato Contissa es periodista, escritor, investigador, profesor titular de Periodísmo Crítico y Problemática del Periodismo de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Tato Contissa, el miércoles, 5 de agosto de 2009 a la(s) 20:04 ·