Distracciones traicioneras

 Mientras de manera sibilina los voceros de los grupos económicos no se distraen en su afán de torcer el rumbo de a política argentina, una esforzada operación de sinécdoque conceptual se intenta sin éxito en un rincón del espacio kirchnerista. Lo mejor, en cualquier caso, es que la presidenta Cristina Fernández e Kirchner lleva la disputa importante (la primera) al centro del mundo y marca una distintiva comprensión de la crisis internacional y de la forma de enfrentarla.

Algunos referentes del progresismo con genética de izquierda decimonónica hacen verdaderas contorsiones en el esfuerzo por sintetizar el nuevo espacio político de la Argentina a partir de la muerte de Néstor Kirchner. El deseo de librarse de la incomodidad que les produce el peronismo nos ofrece la oportunidad de decir alguna cosa que nos parece pertinente para tener presente en esta hora, y para ayudar, porque todos esos esfuerzos y esas capacidades innegables hacen falta para otro propósito que es el de consolidar el proyecto en marcha.

La esforzada operación de sinécdoque conceptual consiste en un intento de reducir la nueva totalidad del espacio kirchnerista con el solo aditamento de ese sector del progresismo. Vieja idea de la parte haciéndose del todo.

Las referencias son inequívocas en este sentido, parece ser que la política de derechos humanos del gobierno,  y las inclusiones de causas de nuevas minorías son, en muestra de biopsia, prueba irrefutable de esta redefinición, y de la naturaleza resignificante de ese progresismo.

El peronismo no debería tener que  desempolvar sus fueros en estos territorios pero bueno es recordar que la incorporación de las mujeres al sufragio, la ley de divorcio, y otras extensiones del derecho político en la Argentina constituyen parte de su itinerario histórico. La expansión del derecho ha sido en los últimos 65 años obra pura del peronismo. Desconozco que existan organizaciones del tipo de “Putos socialistas”, “Putos comunistas” o “Putos radicales”, siendo que si han dado pruebas de valía militante los “Putos peronistas” quienes integran de manera protagónica el nuevo extenso paisaje juvenil del espacio kirchnerista. Desde esa definición política se acompañan a las organizaciones libres que las minorías sexuales se han sabido dar en el país.

En realidad resulta claro que este intento está buscando una solución para algunos intelectuales mucho más que para los propios hombres y mujeres del progresismo que ya están absolutamente consustanciados con el nuevo espacio. Siempre vivir es previo a cualquier decir de la vida.

Tener que encontrar la explicación de por qué el kirchnerismo no es ya peronismo, por qué el peronismo ha muerto con la muerte de Néstor Kirchner, por qué el progresismo ahora sí puede ingresar en el campo nacional y popular una vez hecha la limpieza conceptual del peronismo, es parte de la ingeniería de absurda abnegación que se despliega en estas horas.

La verdad es muy otra, el progresismo y la izquierda decimonónica le han aportado poco y siempre tarde al movimiento nacional y popular de la Argentina, con lo que no es de esperar que califique para factor dinámico en la transformación de un espacio político tan central. Pero advierto que no es posible prescindir de ellos, porque el kirchnerismo es este momento actual del peronismo, o si se quiere, la actualidad del movimiento nacional y popular, y estos sectores son parte integrada y requerida del kirchnerismo.

Pero podemos sacar provecho del observar estas razones y estos esfuerzos, porque lo que se busca muchas veces en nuevos lugares se encuentra acuñado en el espíritu histórico del pueblo. En primer lugar decir por qué razón el peronismo es generalmente incómodo en una descripción que agregue algo a su consabido ser “el hecho maldito de la Argentina burguesa”.

Los intelectuales en general y los intelectuales progresistas en particular saben que el pringue peronista te relega en la cátedra, te quita de la prensa reputada, te confina a suburbios editoriales y te desmejora la reputación académica, científica y profesional. Los intelectuales peronistas no somos aceptados como serios, aunque le hayan dado muchos de ellos al país lo poco de pensamiento genuino que se generara en el siglo XX, y esto en virtud de la sistemática persecución, ocultamiento y negación que el establishment cultural de la Argentina le ha practicado desde 1955 hasta el presente. Muy pocos obedientes a la máquina de disciplinar de ese establishment se terminan revelando, como digo poco y tarde, pero al menos al fin. Caso emblemático de estas rebeliones es Ernesto Laclau. Otros, como Nicolás Casullo han oxigenado a toda una generación que quería pensar por sí misma y situados como lo ordenaba la reveladora doctrina de Rodolfo Kusch. Pero en general, la subordinación era el tono de la melodía y el peronismo como fuente de pensamiento o lo que colindara con él debía ser relegado a la categoría del graznido.

Más estos son tiempos diferentes. Cuando comprobamos que la derecha argentina sufre pauperismo intelectual y que apenas supera la tilinguería de un Rotzinger, o el balbuceante discurso prepolítico de Macri podemos afirmar que lo único con lo que cuenta el país como pensamiento proyectado es lo que puede ofrecerle el campo nacional y popular. De manera que para que perder el tiempo en una discusión endogámica innecesaria?

Por qué importa hacer esta aclaración? Porque el conservadurismo no duda jamás en disfrazarse con las ropas de los movimientos populares, y mientras algunos se distraen en la búsqueda de perfecciones teóricas, estos grupos apelan a la estética para, apoderados de la apariencia, restaurar el orden conservador rediseñado a partir de 1976. Lo hacen groseramente, porque han perdido el estilo. Lo que no han perdido es la conciencia clara de sus propios intereses que siempre van a contramano de los intereses de la Nación.

El que se distrae pierde, hace perder y sin querer, traiciona. No nos podemos distraer.

Tato Contissa, el Lunes, 10 de enero de 2011 a la(s) 14:06 ·