El error más grave que puede cometer quien lucha contra los leones azules es prestar atención a las recomendaciones tácticas que quiere suministrarle un león violeta.
Julio Bárbaro ha abandonado la circunspección que caracterizaran cuatro años y medio de silenciosa labor en el Comité Federal de Radiodifusión. Suponía uno que tanto mutismo obedecía al trabajo febril en despliegue, y entonces dio para que se entendiera que, al cabo, la voz recuperada nos daría los favores del balance. Pero no.
El discurso del Bárbaro tardío transita otras veredas muy lejanas a las cuentas que rendir. De los ojos atentos en la mirada corta sobre su escritorio de funcionario nos regala ahora, sin solución de continuidad, una mirada en perspectiva, panóptica, de la Argentina, el mundo y sus alrededores. ¡Ah… Los universos del filósofo!
Lo bueno de la instancia es que los menos avisados podemos disfrutar del despliegue de toda la panoplia intelectual del nuevo Bárbaro civilizado.
Habemos hallazgos.
Suspender la clase “oligarquía” por no poder ubicarla en la economía difusa del campo, es una operación intelectual equivalente a suspender la existencia de un hijo por no hallarlo en su cuarto. Bárbaro lo hizo.
Y en afán de señalar inexistencias se ofrece a declarar la del peronismo, lo que seguramente consideró muy bien receptado por el “establishment” intelectual de la Argentina que se empeña injustamente en no incluirlo en su directorio. ¡Señores. Que el hombre ya ha hecho méritos suficientes!
Ya tenemos dos problemas menos, desaparecidos por el bárbaro arte de la declaración de inexistencia. Vean que precioso resultado nos queda en la ecuación:
Todo lo demás, y la oligarquía VS el peronismo, y todo lo demás.
De esta manera la realidad es mucho más accesible, ya que nos queda todo lo demás versus todo lo demás. No me digan que no se emocionan.
Más agudezas: La humildad es una forma sofisticada de la soberbia – dice, para concatenar esta otra fulgurante idea- se necesita sabiduría, inteligencia, formación y humildad. Como se ve, no se trata de reemplazar soberbia por humildad, sino de darle un poco de sofisticación a la segunda.
Sorprendiendo con cosas jamás dichas, como que el poder aísla, que no corrompe sino que delata lo que se es (¿la ocasión hace al ladrón?), Bárbaro arribó al tipo de construcciones en las que se siente más cómodo, las traslaciones de interpretación.
Ponemos mucha pasión en el fútbol –alertó- y en la política vamos a los saltos. Tenemos que ponerle más pasión a la política – concluyó. Este paralelismo iluminado es, colegimos, resultado de la profusa lectura del sociologismo de los años setenta, que promediaba las realidades combinando sus tópicos más evidentes. Recuerdo un trabajo titulado “Testosterona, democracia y tenis” versado sobre el discurso de Guillermo Vilas y que dejó huellas indelebles en la generación política de Bárbaro.
Estamos a las puertas de una ley de medios, que dejemos que se llame de Radiodifusión. Una Ley que, por civilizado, Bárbaro no impulsó. Más bien, seguro que preocupado por el transcurrir de su escritorio (tránsito del que no ofrece balance ni rinde de cuentas) demoró por humildad.
Porque estamos a la puerta de esa Ley imprescindible, asediada y jaqueada por los leones azules, hagamos caso omiso pero atento a las ideas suicidas de los leones violetas.